Pregunté en redes la semana pasada si era real ese asombro que tuvieron cuando el presidente Mario Abdo ignoró el significado real para la historia del Paraguay de las fechas 2 y 3 de febrero de 1989, al punto de burlarse con una carcajada arrogante y soberbia.

El niño mimado de la dictadura, elegido como presidente, seguirá derrapando conductas propias, hasta naturales, que marcaron su origen porque lo lleva en su esencia: corrupción, autoritarismo y doble moral.

En su hábil trepada para mantenerse en el cargo de director de una binacional, el experimentado Nicanor Duarte Frutos intentó justificar a Abdo diciendo que no hay que quedarse en sus expresiones, sino historiar su conducta política de cómo llegó al poder. “Se ha formado, ganó y perdió elecciones, además peleó por sus principios”, esboza Nicanor.

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Lo de su formación es relativa y se observa a simple vista, aunque debe ser fácil vivir y estudiar en una universidad de los Estados Unidos con recursos tal vez mal habidos generados por su padre en tiempos de Stroessner. A su retorno conquistó una banca en el Senado junto con un equipo de nostálgicos de la era estronista.

Su postura contraria a la reelección no fue precisamente por una defensa a sus principios democráticos, sino porque veía truncado su proyecto presidencial, teniendo en cuenta que si la enmienda corría, Cartes y Lugo estaban habilitados para competir y sus chances de llegar quedaban por el camino.

En casi seis de meses de haber conquistado el poder, no se vio una sola iniciativa que genere expectativa o entusiasmo; todo lo contrario. La ciudadanía tiene la percepción de que este equipo que llegó el 15 de agosto lo hizo para robar y de hecho ya lo están haciendo.

Como muestra solo basta leer cualquiera de los diarios, desde el descaro de la presidenta de Petropar y los millonarios depósitos del ente en bancos privados, hasta el despilfarro en Yacyretá para captar adeptos al movimiento Añetete, las licitaciones amañadas en el MOPC, las contrataciones por doquier sin concurso de los amigos leales, llamativas adjudicaciones en Puertos, compra de equipos sobrefacturados en Mitic, las improvisaciones en Essap, entre varios otros casos que de poco van saltando, sin olvidar la sorpresiva disminución en las recaudaciones en Aduanas, lo que supone que los famosos “maletines para la corona” han regresado.

Mientras se descalabran las empresas públicas y el “grifo” de la corrupción chorrea, el Presidente, como dice el senador Riera, está más concentrado jugando al soldadito y persiguiendo a sus propios correligionarios o a aquel que no esté alineado.

Las mismas mañas y vicios que mantuvieron al estronismo en el poder hoy están de vuelta. La única diferencia, hasta ahora, es que por lo menos lo podemos decir y denunciar, no sabemos hasta cuándo porque los gobernadores e intendentes que no se sumen al sector interno del Presidente ya están siendo amenazados de que dejarán de recibir los royalties de Itaipú y apoyo gubernamental.

Como aliciente favorable para el Gobierno, figuras que anteriormente gozaban de impunidad hoy van cayendo gracias a la presión ciudadana, pero mientras hoy se castiga a estos viejos corruptos, el propio Gobierno va generando nuevos corruptos con el guiño sonriente del Presidente.

Con Mario Abdo se aplica plenamente el refrán que dice “la cabra siempre tira al monte”, por más que tratemos de escapar de nuestras raíces, estas siguen ahí. Aunque hayamos domesticado a la cabra, esta tendrá una tendencia irrefrenable a subirse por las zonas más escarpadas del monte. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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