• Por Felipe Goroso S. – Analista
  • Twitter: @FelipeGoroso

Era la noche del 2 de febrero, quien escribe estas líneas tenía 12 años y un amigo al que hasta ahora tengo un gran cariño viene corriendo hasta casa a contarme que familiares suyos que estaban en las Fuerzas Armadas estaban acuartelados porque “algo iba a pasar entre los militares”.

Lo primero que se me ocurrió hacer es agarrar la radio portátil de mi viejo y pedirle permiso a mi mamá para no dormir esa noche. Así eran las cosas. Luego de unas horas, empezaba a escuchar estruendos que no eran precisamente tres por tres. La casa de Ñata Legal que estaba sobre la avenida Aviadores del Chaco estaba a pocas cuadras de mi casa. Para los menores de 30 años que leen esta columna les pediría que googleen el papel de la señora Legal en la historia reciente de la política paraguaya, con énfasis en el período de gobierno de Alfredo Stroessner. Tampoco es cuestión de que se las haga tan fácil.

Según datos de la Comisión Verdad y Justicia hubieron más de 20 mil víctimas directas de la dictadura, más de 400 desaparecidos y cerca de 9 mil torturados. ¿Porqué recurro a estas cifras escalofriantes? Pues porque horas antes de que esta columna vea la luz al presidente de la República le preguntaron qué representa para él las fechas de 2 y 3 de febrero. ¿Su respuesta? “El aniversario de Ciudad del Este”, para luego soltar una furibunda carcajada. Pasa que los 30 años de democracia [el período más prolongado de la historia paraguaya], las 20 mil víctimas, los 400 desaparecidos y alrededor de 9 mil torturados no es nada. Pasa, señor lector; que es como dice el tango.

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Y es oportuno hacer la siguiente especificación: no se espera -al menos no desde esta columna- que el señor Mario Abdo haga un profundo y sesudo análisis sobre la dictadura y los 30 años de democracia; de hecho, mal podría esperarse tal cosa si es que no se hacen cosas bastante más elementales. Lo que sí se espera es que el presidente de la República (ojo a la diferenciación entre el individuo y quien ejerce el más alto cargo público) tenga cierto respeto a la investidura que ostenta y ostentará en lo que dure su mandato. Hay temas con los cuales un jefe de Estado no debe bromear, una de las dictaduras más sangrientas de América Latina es -sin lugar a dudas- uno de ellos. También se espera algún nivel, aunque sea mínimo, de autocrítica cuando ocurren bochornos como estos. Menciono esto porque un par de horas después el vocero y ministro de la Unidad de Gestión de la Presidencia, Hugo Cáceres, salió a tratar de suavizar lo que en ese momento ya era un aluvión de críticas y minimizó las declaraciones del presidente diciendo que no cree que ese comentario pasajero sea una falta de respeto. En serio señores, basta.

Lo que están tratando de hacer desde el gobierno es conectar la posición que se tiene con el régimen de Maduro bajo el siguiente eje discursivo: hemos demostrado que estamos a favor de la libertad y la democracia. Usan esto como línea argumentativa para disolver la posición en el tema que realmente incomoda, como es la dictadura de Stroessner. Hay un motivo muy sencillo para esto, la dictadura de Maduro es de izquierda y todo lo que se haga y diga en contra de ella suma puntos ante la base electoral del gobierno paraguayo. Cuando los regímenes son de derecha es que surgen los dilemas existenciales.

Ojalá los 30 años de democracia sean parte de la agenda del gobierno, ojalá que las víctimas directas e indirectas (aquí entramos casi todos los paraguayos) impliquen un tema de relevancia y tomado con seriedad por el gobierno. Porque a pesar de que suena lindo ya que salió con rima; el título de esta columna, de verdad, es una absoluta tristeza. Si no valoramos todo el camino recorrido para poder disfrutar de ciertas libertades no nos quejemos de que la política, es mala palabra que empieza con p y termina con a, termine siendo despreciada por los jóvenes.

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