- Por Jorge Torres Romero
Una estrategia que nunca muere y que la hemos visto hasta el hartazgo en series policiales cuando es utilizada como herramienta de negociación y convencimiento para obtener informaciones del acusado. Al traspolar este truco a nuestra realidad política nos encontramos con un hecho muy similar que evidencia el comportamiento de quienes llevan hoy las riendas del poder.
En efecto, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, interpreta el rol del policía bueno, y el vicepresidente, Hugo Velázquez, el del policía malo.
Así han actuado en torno al caso del diputado oficialista con permiso, Ulises Quintana, quien está imputado por tráfico de drogas en calidad de cómplice, enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias. El legislador tenía en su poder una camioneta que era propiedad de Reinaldo “Cucho” Cabaña, además de conocerse el audio en el que “Cucho”, procesado por narcotráfico, le pide al parlamentario que interceda para liberar a su secretario, Diego Medina Otazú, quien transportaba la suma de US$ 190.000 y se encontraba detenido en la Comisaría de Nueva Londres.
Los ingenuos que hacen la opinión pública repiten sin cesar, como único y principal logro hasta ahora en cinco meses, que este gobierno devolvió el respeto a las instituciones legítimamente constituidas y que ello significó que se tenga una Fiscalía que actúa con independencia al observar que pesos pesados como un González Daher o un Díaz Verón están presos.
Sin embargo, la semana pasada se han sacado la careta de la mentira y quedaron en evidencia, mostrando que no pasan más allá del discurso, con el cuento de un Ejecutivo que no se inmiscuye en las decisiones de otros poderes del Estado.
Mientras Mario Abdo, con esa cara de bonachón inocente pretende enchufarnos la historia de que respeta las decisiones de la Justicia y que a nadie le debería importar su opinión sobre el caso Quintana, su vicepresidente y tres diputados que responden a su mismo sector político lanzaron abierta y descaradamente mensajes intimidatorios a los administradores de justicia.
El número dos del Ejecutivo llegó a decir que no le convencían las pruebas arrimadas por el Ministerio Público en relación al caso de su protegido Quintana y para quien opera junto a la líder de la bancada añetete en Diputados, Jazmín Narváez.
Cuando la Fiscalía imputa y solicita medidas preventivas a referentes de otros sectores, es una institución que cumple su rol “gracias” al guiño del Presidente y al respaldo político que este le otorga. Pero cuando lo hace con actores del oficialismo, las pruebas no convencen, son presos políticos o la fiscala general responde a un senador esteño.
Así de hipócritas son y pretenden que la ciudadanía los crea. En el mejor de los casos, le damos a Mario Abdo el beneficio de la duda acerca de sus declaraciones y pretensiones, pero en el peor de ellos, confirma su incapacidad y falta de liderazgo para imponer positivamente su plan de gobierno en beneficio del país.
Se hace imposible creer en el discurso del combate a la corrupción cuando sus designados en las binacionales carecen de autoridad moral para hablar de ello. Y también es imposible tragarse la historia del respeto a las instituciones cuando su primer anillo actúa en sentido contrario.
Estos hechos no hacen otra cosa que confirmar que desde el gobierno despliegan este viejo truco: el uno hace de policía bueno y el dos, de policía malo. Más que nunca esto alimenta interrogantes como ¿qué había en la mochila de “Cucho” cuando visitó a Mario Abdo? Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.