- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pherken@gmail.com
“Duele decirlo, pero hay que decirlo”
Los últimos informes internacionales sobre el escenario mundial en el que nos estamos moviendo (situación y perspectivas) más que nunca nos llevan a aferrarnos al optimismo realista de “esperar siempre lo mejor, y prepararse para lo peor”. Los motores más importantes de la producción y el comercio global no tienen la fuerza de ayer y la que se esperaba para hoy y mañana.
Las principales locomotoras de la economía mundial –Estados Unidos, Europa y China– bajan sus velocidades y dibujan un 2019 complicado, en el mejor de los casos, y difícil, en el peor. No son estos “tiempos de bonanza” aunque tampoco “tiempos tormentosos”. Pero, para países como el nuestro, la luz amarilla como señal de futuras crisis a administrar para no caer reclaman un manejo extraordinariamente responsable de la política económica, para lo cual un gobierno unido es fundamental. La envidia, la soberbia, el revanchismo y los juegos de poder sacrificando los intereses del país son la alfombra sobre la cual nos convertimos en cangrejos. Un Brasil saludable y una Argentina sobreviviendo son salvavidas vitales.
Semanas atrás les comentaba el informe del Banco Mundial (BM) sobre la marcha de la economía internacional. Si recuerdan, el título era “Cielos oscurecidos o cubiertos”. Les dije: no alarmista, pero de cuidado. El martes pasado en Davos, Suiza, en la reunión del Foro Económico Mundial (WEF sigla en inglés) fue el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que nos pintó una dura realidad, actualizando sus datos de octubre del 2018. La primera gran conclusión del FMI dice “se debilita el crecimiento global entre riesgos crecientes”.
Se debilita y con riesgos. Guerra comercial, financiamiento más duro, mayor desigualdad en los ingresos, cambio climático, tales los riesgos para el avance más débil. Y lo que ocurre en el mundo nos toca directa e indirectamente.
Fíjense que el mundo crece menos rápidamente. Sigue marchando pero más lentamente: 3,5% en el 2019. Dejando atrás años de 3,8% y 3,7%. Y son los ricos los más flojos, entre ellos Estados Unidos y Europa. Con poco que festejar. Pero es China el dolor de cabeza, porque su economía pesa 19% en el mundo, como segunda potencia. Y no es que no crezca: 6,2% o 6% previstos para este año. Pero aflojando, aflojando, del 6,9% y 6,6% en años pasados. El crecimiento en el 2018 del 6,6% fue el más bajo en 28 años, desde 1990. Sin olvidar que crecía a velocidades del 10% a más del 14%.
Y volvería a aflojar el próximo año (¿5,8%?). Y ¿cómo piensa el gobierno chino enfrentar la frenada por la guerra comercial con Estados Unidos? Con grandes obras públicas, bajando impuestos y el precio de la electricidad. Receta capitalista. ¿Qué es China y son los chinos? Dictadura comunista en lo político (y de la peor), y grandes capitalistas en lo económico, combinación “realista o pragmática” del “no importa el color del gato, importa que cace ratones”. ¡Pobres Mao, Marx y Lenin! De la dictadura del proletariado a la dictadura política del Estado comunista con economía pro capitalista. Y un actor principal en el juego de la producción y el comercio mundial.
La última conclusión del FMI combina un deseo y un consejo: “los países deberían trabajar juntos para solucionar sus tensiones comerciales. Y dar pasos ahora para prepararse a más caídas”. Opino que para nosotros no todo se oscurece y debilita. Brasil crecerá (2,5%) y Argentina sobrevivirá, aún con otra recesión este año: el costo inevitable de disciplinarse. Ojo: la receta de reanimación de la economía del gato chino capitalista no es mala. Pero no somos chinos. Gracias a Dios. Dictaduras y dictadores ¡nunca más! Como la bestia de Nicolás Maduro.
Nuestro presidente Mario Abdo Benítez recibió en Davos, Suiza, quizás el aplauso político más caluroso, generoso y simbólico de la reunión, de un auditorio mundial conmovido por el genocidio venezolano, que reconoció la posición del gobierno paraguayo contra Maduro como madura y responsable. Al adelantarse públicamente al reconocimiento posterior de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, Mario Abdo Benítez lució a nuestro país y me hizo sentir orgulloso de ser paraguayo. Moralmente nos ubicamos muy por arriba de la traición de los mexicanos, que rompieron relaciones diplomáticas con las dictaduras de Pinochet y Somoza. Y Uruguay se refugió en el sótano de su peor historia, con la hipocresía que lo caracteriza. “Sacamos” a Venezuela del Mercosur pese a la resistencia de los orientales. Típico en Uruguay: los negocios en primer lugar. No lo dicen, lo hacen. Venancio Flores viene a mi memoria y el genocidio de la Triple Alianza. Duele decirlo, pero hay que decirlo.