Fue doblemente elocuente el senador Hugo Richer al denunciar que hay una “cacería casi anticomunista” con relación al caso Arrom y Martí. Casi, según los mataburros, es ser algo y no serlo, por faltarle aunque sea un poco para serlo, es decir, que no llegan a ser comunistas. Pero como si lo seriesen –o en paraguayo popular diríamos “seriola”–. En el caso de ambos, desde su primer embate público notable, tanto el operativo desplegado como el desarrollo de los hechos tenían un solo fin: cambiar a una secuestrada por, si mal no recuerdo, algo así como un millón de dólares. Es decir, no era a cambio de un canje por un preso político, por una reivindicación social en pro de los desposeídos, sino fundamentalmente probolsillo, tal cual denunciaron sus entonces correligionarios de “Patria Libre”, que luego sería el EPP, no tan famosos en aquellos tiempos.
Y es lo que reclaman ahora, unos cuantos millones de dólares, no solo para ellos, otro toco para sus parientes cercanos, por lo que sufrieron de saber que tenían parientes secuestradores; aunque sufrir, no sufrieron mucho, salvo que algunos fueron bastante activos en el merengue que se formó, y que, al final, sirvió, con ayuda de un par de médicos “casi comunistas”, para que pudieran fugarse sin más problemas y hasta consiguieran amparo como perseguidos; es decir, de secuestradores de hecho pasaron a ser víctimas y a disfrutar de un estatus de héroes; aquí cabe aclarar “casi, casi de izquierda, aunque ya se sabe, la casi izquierda casi comunista es flexible como una palmera al viento con los correligionarios o casi correligionarios. Feroz con los contreras; casi casi como las dictaduras de extrema derecha; casi casi de izquierda; con lo que los casi comunistas no tendrán ningún problema para salir airosos.
En la Corte donde se plantea el pleito, no tan venerable, lidera el viejo zorro Eugenio Raúl Zaffaroni, con gran influencia y elocuencia camandulera, quien se salvó de ser enjuiciado en la Argentina por tener varios departamentos alquilados como prostíbulos, siendo ministro de la Corte, “zafando”, como tantas veces, Zaffaroni, gracias a que estaban el poder sus amigos los Kirchner; para él la delincuencia no es grave, una frase suya que lo define a carta cabal, entre tantas que se han ventilado contra él en la Argentina: “Cuando me traen a un delincuente, lo primero que pienso es ver cómo puedo ‘zafarlo’”. Muchos asesinatos, violaciones y otros delitos mayores y menores tienen que ver con ese pensamiento, que es jurídico, no cabe duda, pero de enjuiciado, no de enjuiciador. Los delincuentes liberados así nomás lo más lógico es que vuelvan a delinquir.
Secuestrar a una persona, y someterla como víctima, por el contrario, es un hecho de terror y los que secuestran condenando a una inocente, en este caso, son terroristas, en este caso sin el casi.
Pero fue con esta complicidad del “casi comunistas”, que un par de tipos sin trascendencia revolucionaria ni política alguna, lograron conseguir con facilidad amparo y reparo, al respaldo de las organizaciones de derechos humanos que son, si no todas, casi todas, “casi comunistas”; fue así que ahora que se les pone difícil la situación en Brasil, es decir que puede haber eco a un pedido de extradición, están buscando la salida para seguir deambulando y turisteando por el mundo a costa del “casi comunismo” solidario. Y, claro está, con los dólares que se puedan ir secuestrando en el camino.
Su destino debe ser la justicia, no la casi justicia casi comunista; la justicia que han eludido, con la cantinela del correligionariato, tan cara –carísima– a la política iberoamericana.
Hay que acabar con la impunidad disfrazada de política.
Será justicia.