• Por Felipe Goroso
  • Asesor comunicacional

Uno de los argumentos que usaron para vender la idea de la necesidad de elevar la Secretaría de Comunicación a Ministerio era la de “coor­dinar planes y acciones entre las instituciones”. ¿Saben cuál es la coordinación que se está viendo? Ninguna. El Gobierno está ahogado en la quizás peor de las ya muchas crisis comunicacionales que lleva acumuladas. Jóvenes que deambulan de un sitio a otro como en una escena de filme apocalíptico, ver­siones encontradas entre los propios referentes de un mismo gobierno; accio­nes comunicacionales en los que se involucra al propio Presidente sin considerar el daño que le están haciendo a su imagen de gobernante. Todo eso se vio en unos pocos días y bastó para lo que se observa, casi como una sicosis colectiva.

Una recordación: la Comu­nicación Política y Guber­namental debe cumplir con dos requisitos básicos: ser oportuna y conveniente. En la crisis del SMO no cumplió con ninguno de ellos.

Dicho esto, es una obviedad decir que el Ministerio de Comunicación perdió una batalla comunicacional. Una más de las muchas que ya lleva a cuestas. Pero los principales derrotados son los jóvenes paraguayos y con ellos sus familias.

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Finalmente en la dura rea­lidad se asume que el hecho de elevar a Ministerio una Secretaría, o peor aún, con­vertirla en un superministe­rio, no garantiza eficacia ni eficiencia en la gestión.

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