Como era costumbre, el oficial se acercó al condenado para que le expresara su última voluntad antes de ser ejecutado. Luego de escuchar las palabras del reo, el hombre de la ley quedó estupefacto. No le había pedido una opípara cena ni una mujer para llevarse al más allá un dulce recuerdo, sino que le había solicitado nada menos que estudiar chino… ¡y por correspondencia!

Este viejo chiste revela el apego por la vida que tienen los seres humanos que, ante el inminente paso al oscuro umbral, se valen de cualquier recurso, aunque sea inconcebible.

Hoy, a 10 días de la Navidad y en medio de la vorágine de gastar el aguinaldo en cuentas y preparativos para la Nochebuena y compra de regalos y bebidas espirituosas, la gente se olvida que ese hombre cuyo cumpleaños se celebra desde hace 2.000 años también murió ejecutado. Y no de cualquier manera, sino crucificado, una de las peores formas de morir inventadas por la mente humana.

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Parecería lógico pensar que esta práctica salvaje ya fue desterrada de los hábitos de la Justicia y solo es parte de la historia. Sin embargo, lamentablemente, no es así. Hace poco más de tres meses en La Meca, Arabia Saudita, un delincuente fue decapitado y después su cuerpo fue crucificado para que el público pueda verlo. Su crimen fue asesinar a una mujer.

Con horror debemos reconocer que si en Paraguay se aplicara la misma pena, al año tendríamos al menos unos 50 crucificados. Por suerte o por desgracia, el nuestro es un país “civilizado” en el que se desterró la pena de muerte… aunque no el feminicidio.

En América pocos países conservan “el derecho” de la pena capital para sus presos, pero Estados Unidos es el único “salvaje” que utiliza esa prerrogativa, aunque en el mundo su récord no es tan impresionante, ya que según una publicación del medio RT Internacional “apenas” ocupa el octavo lugar con 23 ejecuciones. La última fue la de un hombre al que incluso le dieron la posibilidad de elegir entre si prefería morir mediante una inyección letal o la silla eléctrica. Eligió ser achicharrado porque a pesar de que la idea generalizada de que la inyección es “más humanitaria”, se sospecha que el sedante utilizado, el midazolam, causa un dolor insoportable a los que agonizan. En síntesis, le aplicaron dos descargas eléctricas de 1.750 voltios –una por 20 segundos y otra por 15 segundos– antes de tomar el ascensor hacia el cielo o hacia abajo.

Según el informe, a pesar de que el papa Francisco endureció la postura de la Iglesia Católica contra la pena de muerte, actualmente en el mundo están en el corredor de la muerte unas 21.000 personas.

Las cifras son escalofriantes: en el año 2013 hubo 778 ejecuciones, en el 2014 bajó a 607, pero en el 2015 el número trepó a 1.634. Al año siguiente, es decir en el 2016, los ejecutados fueron 1.032 y el año pasado se contabilizaron 993 asesinatos ordenados por la Justicia.

El ranking de países en los que la vida humana tiene valor relativo para la Justicia expone a Irán con más de 507 ejecuciones, Arabia Saudita con 146, Irak con más de 125 y Pakistán con más de 60. Pero el que bate todos los récords –aunque no se tienen cifras oficiales– es China continental, con unas 2.000 ejecuciones.

Y es que aunque en el mundo las ejecuciones son reservadas para delitos graves como homicidios, también unos 15 países utilizan este método de “persuasión” a los que se dedican al tráfico de drogas por considerar inaceptable esta práctica.

Hace unos días, en Paraguay la mejor egresada del Bachillerato Técnico en Contabilidad del CNC, María Emilia González Vargas, sorprendió con su discurso a los presentes –incluyendo al presidente de la República, Mario Abdo, y al ministro de Educación, Eduardo Petta– al pedirles a sus compañeros que de esa promoción no saliera “ningún político ladrón, ningún planillero, ningún diputado o senador corrupto”.

Tal vez ella, como buena estudiante, sabía que en China y en Vietnam los ciudadanos pueden ser ejecutados por corrupción, pero puede estar tranquila porque en nuestro país esa política sería inviable debido a que si se llegara a aplicar Paraguay quedaría con muy poca población.

¿Parece exagerado? Recientemente en Caacupé el mensaje del hartazgo sobre la corrupción también pegó duro. Las más altas esferas religiosas advirtieron sobre esta situación.

A 10 días de la Navidad deberíamos preocuparnos menos de las bombitas y del clericó y pensar en la gente que nos rodea, en el ejemplo que damos a nuestros hijos y de si el pan que les ofrecemos está sucio o no.

Deberíamos recordar el ejemplo de hace unos 2.000 años, cuando el niño nacido en Belén se convirtió en hombre y aceptó ser ejecutado antes que caer en el pecado. Todavía faltan 10 días. Hay tiempo para que la cerveza con la que brindes no sea tan amarga y las risas que adornen la noche no sean por interés, sino de felicidad.

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