Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

En las concentraciones intervienen pocos elementos que ocasionan una insuficiente diversificación del riesgo aumentando la probabilidad de fracaso por parte de las empresas.

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Cuando hay dependencia, el cliente de crédito está dominado por factores externos, que ocasionan una diversificación mínima del riesgo incrementándose la probabilidad de problemas.

Tener clientes y proveedores importantes con elevado poder negociador, o una significativa cartera de clientes con posibilidades de incobrables, o un elevado endeudamiento bancario a corto plazo, o bien un producto perecedero o con alto riesgo de obsolescencia dentro de su stock conforman riesgos potenciales que no lo podemos ignorar.

Toda entidad crediticia, que trabaje profesionalmente, debe conocer el nivel de concentración y dependencia del deudor con sus clientes y proveedores y las demás entidades con las que opera dentro del sistema.

Una evaluación que muestre la posición económica-financiera-patrimonial histórica, actual y proyectada del cliente permite visualizar mejor si existen o no riesgos crediticios superiores a los normales.

Las empresas que concentran sus operaciones con una o dos entidades financieras consiguen ser clientes con más peso, ya que les ceden la totalidad del negocio.

Sin embargo, se arriesgan a que cualquier cambio de política de las mismas, o dentro del entorno económico en que desarrollan sus actividades, provoque una variación en los sistemas de financiación y en las relaciones financieras entre ambas partes.

No menos de 3 entidades

La mayoría de los clientes de crédito de tamaño medio y corporativo trabajan con más de 2 entidades. Con ello consiguen ser de menor importancia, porque deben compartir toda su operativa y les resulta más difícil contentar a todas con las que trabajan.

En contrapartida, bajo este escenario, tanto la empresa como la entidad crediticia diversifican el riesgo, alcanzan una relación mucho más estable y se “cubren” de los riesgos que implica depender de una o dos instituciones, pues hay un dicho que dice: “Todos somos buenos hasta que dejamos de serlo”.

Las instituciones financieras deben conocer el nivel de concentración y dependencia que tienen sus clientes con los productos o servicios que comercializan, comprobar que se adapten a las necesidades del cliente, que sean competitivos en imagen, calidad, utilidad y en precio y ello solo se logra conociendo bien a su cliente.

-Evolución y posicionamiento de líneas de productos:

Ser sensibles a la evolución y posicionamiento de las líneas de productos o servicios (tanto empresas corporativas y pymes) y estar atentos a la evolución de los mercados para detectar en tiempo oportuno posibles amenazas para sus clientes, que podrían tornar los riesgos de créditos con una mayor sensibilidad.

Deben evaluar regularmente, la competitividad y nivel de posicionamiento de la empresa, dentro del segmento de negocios en el que operan y no limitarse casi exclusivamente a trabajos “de gabinete”.

Analizar la fuerza de la competencia, su potencial, sus estrategias de posicionamiento, la calidad de sus productos, la posibilidad de existencia de productos alternativos o sustitutos y la amenaza que ello representa para las empresas es de recomendada aplicabilidad si pretendemos proteger la salud de nuestro portafolio de créditos y que los parámetros de análisis/evaluación de riesgos se adecuen a los procesos institucionales.

Evitemos ser reactivos. La proactividad hace la diferencia y los problemas crediticios no son rutinarios, pues cada uno tiene una problemática diferente, cuya solución o no dependerá del manejo eficiente y profesional que le dé cada institución.

De allí la importancia de contar dentro de su staff con oficiales de negocios y créditos con experiencia y que tengan “el olfato necesario” para aplicar las medidas correctivas en tiempo oportuno.

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