- Por Fernando Filártiga
- abogado
El 14 del corriente, Christine Lagarde inauguró el Festival FinTech de Singapur con un discurso sobre “Vientos de Cambio: El Nuevo Dinero Digital”. Un título alusivo a Wind of Change, esa canción esperanzadora de la banda Scorpions al final de la Guerra Fría.
FinTech supone cambios de diferente intensidad en la economía y con esa metáfora Lagarde quería introducir a la gran audiencia uno muy preciso, sobre la relevancia de los bancos centrales en el futuro: la posibilidad de emitir efectivo en soportes digitales, en lugar de monedas y billetes físicos. El tema que ha interesado a gobiernos, académicos y organizaciones como el Banco de Pagos Internacionales en los últimos años.
Sinergia. Tecnología y medios de pago mantienen una relación de vieja data. Las tarjetas de crédito que hoy utilizamos para bajar aplicaciones de la nube o comprar por Internet, han facilitado transacciones desde principios del siglo XX. El sistema de transferencias interbancarias SWIFT, cajeros automáticos, tarjetas de débito marcaron hitos. Pero la evolución de los medios de pago se ha dado en paralelo a la subsistencia de billetes y monedas tradicionales.
Dinero electrónico. Paraguay fue un adelantado cuando en 2014 el BCP reguló el dinero electrónico (Rgto. EMPE). ¿Cómo funciona? El cliente entrega a una empresa autorizada fondos en guaraníes, esta genera un asiento digital por valor equivalente, deducidos cargos/comisiones, y lo almacena en una cuenta electrónica no bancaria, desde la cual el cliente o titular realiza giros, pagos, transferencias mediante teléfonos celulares y otros dispositivos.
En suma, se trata de un valor electrónico que representa al dinero de curso legal para facilitar transacciones y puede reconvertirse a efectivo.
Dinero privado. Con la aparición de Bitcoin en 2009 y de más criptomonedas en los años subsiguientes, la posibilidad de prescindir de los signos monetarios nacionales cobró ímpetu.
A diferencia del dinero electrónico, las criptomonedas privadas no son una mera representación del dinero de curso legal. Y a diferencia de este último, por regla, las criptomonedas ni son emitidas por bancos centrales, ni cuentan con respaldo del gobierno.
Hay muchas definiciones. Los principales diccionarios de la lengua inglesa (Merriam-Webster, Oxford), organismos internacionales y el Parlamento Europeo (resolución 26/05/16) han ensayado las suyas. Lo importante es resaltar que las criptomonedas son unidades de valor digitales usualmente desreguladas, no emitidas por una autoridad monetaria ni asociadas a un signo de curso legal, que las personas transfieren, almacenan y aceptan como medios de pago utilizando tecnologías avanzadas (ejemplo: blockchain).
Sus partidarios las defienden como seguras, versátiles, potencialmente universales y muy fáciles de administrar. Del otro lado mientras, el temor de los bancos comerciales es la desintermediación de los pagos, el de los gobiernos, gira en torno a los riegos de una moneda desregulada, incluyendo su eventual utilización en la economía subterránea.
Dinero digital de curso legal. La digitalización de los medios de pago es el viento de cambio que menciona Lagarde. En Escandinavia soplan tan fuerte que el dinero tradicional prácticamente ha desaparecido (cashless societies). Esto no es malo en sí mismo. Pero el viento puede seguir soplando y amilanar, hasta desplazar, a las propias autoridades monetarias. Cuando las soluciones digitales de dinero privado se multiplican al margen de la regulación y supervisión de las autoridades, el riesgo puede ser grande.
Por ello, ha llegado la hora del dinero digital. Dinero no solo electrónico o en monedas virtuales privadas, sino de curso legal y fuerza cancelatoria ilimitada, emitido por el banco central en soportes digitales. En nuestro caso, podría ser el mismo guaraní que hoy se fabrica en papel o polímero y en monedas, emitido por el banco central en medios electrónicos, con todas las ventajas tecnológicas asociadas a las criptomonedas, más el respaldo y la regulación del gobierno.
La era digital no dará marcha atrás, las criptomonedas privadas continuarán siendo atractivas como medios alternos de pago y ello no debería comprometer la relevancia de los bancos centrales, siempre que apuesten a la innovación. El de Uruguay, por ejemplo, ya ha concretado la emisión experimental de pesos uruguayos digitales en fecha reciente.
En definitiva, la potestad de emisión monetaria de los bancos centrales, que se materializa en billetes y monedas en soportes físicos desde que estos bancos existen, podría ir perdiendo vigor hasta caer en desuso. Curiosamente, esos mismos billetes y monedas, desmaterializados, son el futuro.