Jair Messias Bolsonaro ganó la elección presidencial en el hermano gran país del norte con el 55% de los votos, gracias a la buena democracia que con sus luces y sombras han venido construyendo con mucho sacrificio los brasileños desde 1985, que está más fuerte, pero también bajo la amenaza de la ultraderecha, con la que no pocos consideran renacerá la dictadura, con todos sus horrores. Sinceramente, no lo creo. Jair no es loco y no come vidrio. No me gusta. Para nada. Pero es el elegido. La decisión política en Brasil, sin hacer juicios de valor, ya corta la inestabilidad de la indefinición del escenario económico brasileño. Es un hecho. Y nos conviene. Nadie proyecta caídas para los próximos años. Otro hecho. Y si el ultraliberal Paulo Guedes, como superministro, frena el proteccionismo y nacionalismo de Jair, la economía de derecha puede andar y hasta, por qué no, correr. Casi se hundió (2015-16) y gatea en los últimos siete años. Ya no quiero ese Brasil dándonos salvavidas de plomo. Pero todo en democracia. Y si nos hacemos los locos resucitando al Mariscal López, no será Brasil el único enemigo ni la Triple la única Alianza enemiga. Seamos serios. Tratemos de no ser paraguayos.

Jair Messias Bolsonaro es el nuevo presidente de Brasil. Militar retirado (grado de capitán). Ama y aplaude el Brasil con dictadura (1964-1985), que apoyó al más dictador que todos: “nuestro” Stroessner. Cuyo cumpleaños fue ayer, y sigue ardiendo en el infierno, por toda la eternidad. Dios no le encontró castigo suficiente.

Jair Messias. Mano dura. Es de cuidado. Asusta. Razones no faltan. Llega la ultraderecha dice la izquierda. Es verdad. Estoy totalmente de acuerdo. Pero no dicen nada de la ultraizquierda en Venezuela. La del genocidio. Primera vez en la historia latinoamericana que se usa con total seguridad y verdad esa palabra para aniquilar cualquier duda sobre la tragedia de un pueblo abandonado a la suerte de un destino macabro. Asesinato, exilio, hambre y sin libertad. La Venezuela de hoy, que debería ser la mayor vergüenza de la izquierda buena –la de los ideales y no la de los intereses– es la defendida y aplaudida por uruguayos, cubanos, nicaragüenses y Lula. Y con la bendición de Rusia, Irán y China. Puro, todo y simple interés económico.

Jair Messias Bolsonaro puede pensar, decir y querer todo. Pero del dicho al hecho, hay un enorme trecho. Con democracia firme, instituciones fuertes, prensa libre, oposición con poder ¡Vamos! Los brasileños tienen todo para cuidarse. Eso sí: Adiós a la generosidad corrupta de Lula, que cayó en la trampa del poder a cualquier precio. ¿La consecuencia?: En Brasil ganó el voto castigo. Mientras, Maduro, el otro matón del holocausto venezolano (más de 2.500.000 hermanos salieron vivos al extranjero escapando de su Mesías), sigue asesinando.

Brasil y su importancia económica. ¡Flor de vecino tenemos! Octava economía mundial (2,5%). Pesa 70% en Sudamérica, 35% en Latinoamérica y el Caribe, 75% en el Mercosur, es nuestro primer y principal socio comercial (45%), recibe el 90% de la reexportación (Ciudad del Este y otras ciudades), está en el 90% del negocio de la maquila, es el primer inversionista extranjero en los últimos años, es el segundo mayor dueño inversionista extranjero aquí, con la mayor cantidad de hermanos brasiguayos (puntales de nuestra riqueza), socio en Itaipú y somos muy chiquititos al lado suyo.

Brasil de derecha. Uff. No será fácil. Pero era inevitable el giro. En democracia, necesitamos una economía brasileña creciendo, fuerte y estable. Sufrimos y mucho 7 años feos (2012-2018), con un gran vecino gateando al ritmo del 0,1% al año para avanzar al final 0,6%. ¡Socorro! Pero no morimos. Corrimos al ritmo del 4,2% para crecer 33% globalmente. ¿Volverá el Brasil veloz al ritmo del 5% creciendo 30%? De la noche a la mañana, no. Menos débil es, más ganamos. Ya es un buen comienzo. La derecha económica, éxito económico puede tener. En democracia. Y cuidado en cómo nosotros nos manejemos con el Brasil de derecha y su Messias. Nada de locuras. A Jair lo votaron y lo eligieron. Maduro sigue asesinando. Un poco más de coherencia queridos camaradas. La ultraderecha preocupa. La ultraizquierda mata. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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