Pido disculpas a la senadora Zulma Gómez por entrometerme sin haberle pedido permiso en la disputa de la semana pasada en el Congreso entre ella y el senador Cubas y unos cuantos más, principalmente en el aspecto lingüístico entre la palabra forro, la palabra condón y la versión en el popular jopara de tembo forro, con la que Ud. calificó a su colega, tan expresiva en nuestro idioma mestizo, aclarando, como hizo Ud. luego a la prensa que no es una mala palabra.
Hago la aclaración, como aficionado a la lingüística de que, desde el punto de vista contemporáneo de la ciencia no hay buenas ni malas palabras, sino palabras bien o mal usadas, por lo que es conveniente definir bien el uso en cada caso en que fuera necesario, que no creo que es el que nos ocupa porque su expresión fue bien contundente y su significación clara, salvo por la acepción jopara que mezcla forro con tembo, y que puede confundir a los hispano hablantes, que es una forma bastante sui géneris de llamar al condón, aunque como en el caso de la calificación que Ud. hizo no hace falta aclaración, ya que la diatriba condena a su oponente a ir al basurero y no precisamente al de la historia, que, aunque tan desprestigiado, tiene su estatus, sino al tacho de basura, literalmente hablando que es, evidentemente donde terminan los tembo forros materiales, de uso común y, en el caso de su expresiva expresión, a quienes le venga bien el sayo: valga la redundancia, en este caso el senador que se había puesto en juez de sus pares, como es su costumbre y que hasta recibe aplausos por utilizar improperios para calificarlos, acrecentando no se podría decir la riqueza del idioma, pero al menos su variedad en el recinto del Parlamento, donde el buen uso del lenguaje, de los idiomas en que nos expresamos en Paraguay, suele brillar por su ausencia.
No hay que espantarse por ello, ya que una de las formas de acceder a los cargos de parlamentarios, como se ha visto y comentado, depende en muchos casos de la cantidad del aporte de monetario que se haga al partido o movimiento en cuestión. No es solo al Parlamento, ya hemos visto a los Portillo que coleccionan títulos universitarios y hasta ejercen la cátedra en connotadas. universidades.
De hecho, por muy ofensivas que sean las palabras, se quedan cortas cuando se plantea el pugilato para resolver divergencias legislativas, cuando se aproximan a ese nivel que, generalmente, es lo que más brilla por su ausencia; en ese panorama el folclórico insulto jopara de tembo forro no deja de ser una muestra de cierto ingenio y de una contundente descalificación política del contrincante que es enviarlo al “basurero”, ni tan siquiera puede compararse con el de “corruptita” que no deja de marcar un cierto grado de cariño, admiración y respeto, ya que las corruptelas políticas en nuestro medio suelen ser aumentativas, que no disminutivas. Y ni qué decir del ya gastado insulto de trato kure, que paso también a traducir a la lengua vernácula cotidiana, como arreglo de chanchos o compra venta de voluntades políticas.
Y hasta puede darse el caso, como el que Ud. bien ilustró en su “arenga”… que, pese a todo, ya desvalorizado e inútil para sus fines, siga siendo utilizado… es decir, que en nuestra política el tembo forro no pasa de útil uso, bajo costo e inmediatamente desechable: no cabe en este contexto, pues lo grave es que aquí se reciclan, reciben elogios y aplausos y hasta son presentados como ejemplo.
Así que, lamentablemente para Ud., para el Congreso y para la nación, los tembo forro seguirán tan campantes y los basureros vacíos.
Así que, en contra de lo que el propio senador se jactó, lamentablemente no le rompen las pelotas, sino que él sigue ejerciendo el monopolio de apropiarse de la sesión y romperlas a gusto y paladar de la concurrencia y del público que le sigue aplaudiendo.
Como paliativo, recomiendo que se incorpore a la Biblioteca del Congreso el útil diccionario “Inventario General de Insultos”, de Pangracio Celdrán “donde se recoge el extenso repertorio de injurias, improperios, insolencias y demás expresiones ofensivas”.
Será justicia.