Sé que mis queridos hermanos argentinos son exagerados. En el mundo, nada mejor que un argentino es otro argentino. La perfección de la perfección. También sé que nunca hay que copiar lo que los argentinos hacen con su economía. Lección primera para tener éxito. Pero no por ello voy a burlarme de que en el vecino país describan al Paraguay –que los paraguayos no quieren– como “el nuevo gran país del Norte”. Uff… Perfecta exagerada propaganda argentina. Gracias. Gracias. Si los de adentro no valoramos en justa medida la buena herencia económica recibida, por idiotas o locos, bienvenido sea el elogio de afuera. Quizás sirva para dejar de ser ciegos con buena vista. Y que el respeto barra el espíritu revanchista, de enfrentamiento, hasta el extremo del odio para dividirnos. “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”. (Martín Fierro).

El miércoles pasado se publicó en el diario La Nación de Argentina un artículo con el titular “La envidia de la Argentina: Paraguay se financia en moneda local a largo plazo y tasa fija del 7,61%”. Acompañaba la nota una grande como hermosa fotografía de nuestro Presidente y su esposa, el día de su asunción al mando. El gancho del texto tenía que ver con la primera exitosa colocación de bonos a 10 años en el mercado local en guaraníes que realizó Benigno López el día anterior por G. 30.000 millones (US$ 5 millones), a la tasa de interés mencionada (efectiva) o nominal del 7,9%. Fue la novena subasta de bonos internos en el año, con una colocación global en diez meses de US$ 113,3 millones. ¿Por cinco millones de dólares tanto ruido? No. Insisto. Fue simplemente el gancho para elogiar nuestra economía en muchos indicadores, gracias al buen comportamiento y manejo de la misma desde varios años atrás.

Pero claro está que los argentinos tienen mucho que envidiar. Con una inflación del 41% y un dólar 111% más caro, cayéndose la economía en 2,6%, no pueden tener un horizonte de largo plazo, y en la indefinición y en la incertidumbre todo les cuesta más caro. Y pedirles a los argentinos que confíen en su moneda –“en el valor de su moneda”– es como pedirle a Dios un milagro que nuestro Señor tampoco puede hacer. Nosotros sí confiamos en nuestra moneda, aunque no la valoremos como se merece. Pierde valor, sin duda alguna, pero no tenemos que poner una tasa de interés del 73% anual o más para sacar pesos de circulación en el mercado por ¡siete días! Y así buscar que los argentinos no se tiren contra el dólar.

Algo bueno debemos de haber hecho para estar sanos en una región muy complicada y enfermiza. Tampoco somos la maravilla, lejos estamos de ella, y problemas feos tenemos, pero enfermos no estamos. Por lo menos, desde el punto de vista económico. Y nos ha tocado bailar con la más fea desde el 2013 en adelante. El cuadro estadístico que acompaña mi nota les dibuja el escenario de la marcha latinoamericana-caribeña y mercosurina en siete años. Cuando empezó el estudio de nuestro caso a nivel mundial se hizo uso de dos palabras claves para intentar explicar lo que para muchos aún es inexplicable: ¿Por qué no caímos en el 2015-2016? Como bien lo vaticinó un ex amigo periodista de mucho peso: “En tres meses todo se viene abajo”. Éramos el Titanic en un mar turbulento.

Si el 96% del Mercosur se hundió, ¿cómo sobrevivimos? Y, casi por arte de magia, se habló de que “la economía paraguaya logró desacoplarse”. De la caída hermanada de Argentina y Brasil, del derrumbe del precio mundial de la soja, de la caída de las importaciones y de la correspondiente floja recaudación de impuestos en las aduanas por el débil movimiento interno y el pobre negocio del comercio fronterizo, sumados a la locura del aumento desbocado de los sueldos públicos que se comía el 86% de los impuestos, hasta que vino el frenazo del 2015-2016 para bajar a un sano 69%. Ganó el país, perdió el Gobierno. Nadie aplaudió. Y la victoria fue de Marito.

“Resiliencia” fue la otra palabra para explicar lo inexplicable. Nuestra buena capacidad de sobreponernos a las adversidades y superarlas. Esa es la herencia económica que recibimos, tenemos y debemos cuidar y mejorar. Y de la que nos burlamos. Los de afuera nos ven mejor. Porque aunque tengamos muy buena vista nos hacemos los ciegos. Por idiotas o por locos. Jugamos a la desunión. Podemos terminar mal. Les leo alguito del artículo argentino: “Por estas, y otras tantas razones, el economista y consultor Federico Muñoz describió el último fin de semana a Paraguay como el nuevo gran país del Norte, jugando con la tradicional alusión a Estados Unidos” (Por Javier Blanco). Al gran pueblo argentino, ¡salud! A nosotros, ¡no jodan con la salud de nuestra economía! Duele decirlo, pero hay que decirlo.


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