• Por Antonio Carmona
  • Periodista

Un hecho que en cualquier país sería normal, habitual, cotidiano, protocolar, aburrido… se produjo días atrás en el local del PLRA, con visos de ser un hecho extraordinario. No era a primera vista un acto protocolar común, ya que quien visitaba el local de los liberales era nada menos que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, aunque sí un acto llamativo, porque el anfitrión era el presidente del PLRA, quien hasta la fecha no había… no ha reconocido a Marito como presidente, considerando que él es el verdadero ganador de las elecciones, secundado por su candidato a vicepresidente. Así que el acontecimiento, cotidiano en apariencia, tenía un carácter político particular y relevante.

La primera pregunta que me hice cuando se anunció el acto fue que Marito era víctima del llamado síndrome de Estocolmo… no sé si lo recuerdan los lectores, el que sufrió un político secuestrado que, tras el padecimiento, se mostraba afable y comprensivo con sus secuestradores.

La ecuación calza, ya que la presidencia de Marito había sido y sigue siendo negada por el presidente del PLRA, anfitrión en el caso que nos ocupa y el visitante, negado como presidente por el anfitrión… ¿Por qué el Presidente fue a visitar y reconocer al presidente del partido que no lo reconoce a él?

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Podemos partir de la base de que el presidente en ejercicio hizo un acto de coraje y sorprendió a su negador en su propia cancha; sin duda, fue un mérito para el colorado quien se presentó como si no pasara nada, como si fuera presidente aunque al anfitrión no le gustara; es decir, que le importaba un pito que el liberal lo reconociese o no. A fin de cuentas, la realidad estaba de su parte, mientras que de la parte de Alegre había una enorme brecha de incoherencia.

Pero, como la digestión política de los políticos es digna de múltiples estómagos, durante el acto pasó como que no pasaba nada, es decir, que todo estaba bien. Hasta los periodistas estaban bien tranquilos, cosa que me asombró sobre manera, ya que no es nuestro mejor perfil.

Así que todo corrió con la fluidez de un acto protocolar, sin profundidades, sino con cierto toque, infaltable, de ñembotavy a lo pila pórtepe. Como si no pasara nada. Nadie preguntó quién saludó el gesto del Presidente de la nación, ni el Presidente tuvo la descortesía de reclamarlo, porque además no hacía falta. Él era el presidente y Efraín apenas el presidente de poco más o menos de la mitad del partido liberal que, además, pese a estar en la víspera de su 18, cuando el mayor Vera sapukái, no había ni quórum ni ánimo para gritar “Yo gané las elecciones… Yo soy el verdadero presidente del Paraguay…” ni siquiera estaba su vice para seguir insistiendo en que las elecciones fueron truchas y el presidente del Paraguay, por lo tanto, no es el presidente del Paraguay.

La reunión protocolar corrió fluida, con algunos reclamos de los liberales recordando el asesinato de un joven dirigente, disparado a quemarropa el día que se incendió el Congreso. Fue un comentario al paso, pues no era, diplomáticamente hablando, la oportunidad para que se recordara esa fecha tenebrosa, cruenta y destructiva que hasta hoy no tiene culpables, incluso los que se declararon culpables de haber desatado el aquelarre y la moriencia.

Nadie recordó los acontecimientos ni le recordó a Efraín que fue una de las estrella de la pantalla ese día…

Todo marchó sobre ruedas, como un acto de buena vecindad de partidos… aunque habría que aclarar qué partidos partidos, es decir partes de partidos. Y parecía un triunfo de la diplomacia ñembota de la política nacional, en la que parece que todos se respetan hasta que empiezan a matarse… y fue así hasta que se produjo la despedida de los dos “presidentes”, el uno hacia el Palacio de López, el otro subiendo las escaleras a su despacho, hasta que los periodistas, como si salieran del embrujo, hicieron un leve bullicio y llamaron la atención de Efraín que se dio vuelta displicente, como triunfador, hasta que un colega le preguntó la pregunta que faltaba desde el comienzo de la reunión, si ya estaba reconocido oficialmente Marito como presidente… La mirada llamarada que lanzó Alegre a los colegas no les incendió de milagro… se dio vuelta y siguió subiendo las escaleras… sin reconocer verbalmente lo que acaba de reconocer en los factos.

Todo podía haber quedado así, salvo que los colegas no se conforman nunca y sacaron su conclusión que fue titular de los medios: los dos presidentes reconocieron el tema de la conversa: reforma constitucional, reforma judicial, reforma electoral, es decir hablaron de todos los temas, menos de los que los pueden distanciar; es decir, las coincidencias están por encima de las diferencias. Es decir estaban cocinando el tema de fondo que se viene, sin darle mucho realce al tema: la interna azulgrana constituyente, reforma electoral, judicial…

¿Quién dijo el síndrome de Estocolmo? Es el síndrome de San Blas.

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