Por Augusto Dos Santos

El primer hombre que fue destituido por una movilización, en ese caso armada, fue el gobernador Velazco, en 1811. Llevamos 200 años de ausencia de regularidad de “una clase política” que gestione un proyecto eficiente y honesto.

Solo vale detenerse en lo que hoy ocurre en Petropar para observar el despropósito y la inmoralidad en el manejo de la cosa pública: La señora que puso dinero para la campaña electoral es la que fue designada luego para controlar el combustible del país. La que debe controlar el combustible del país tiene a su familia relacionada con el negocio del combustible. La Sra. que debe cuidar los intereses ciudadanos compra más caro en Paraguay el gas que se consigue más barato en Argentina y Bolivia. Obviamente doña María tendrá que pagar más por el gas. Opa ñande gas.

En gran medida los procesos de protesta destituyente que se dan en la historia reciente con mucha más fuerza, se debe a la cantidad de ratones puestos a cuidar el queso en el Paraguay. En concreto el problema transversal desde el inicio de los tiempos es el poner a personas inadecuadas para cargos ya sean electivos o designados por autoridades.

Desde el “after office” hasta hoy

El proceso que estamos viviendo actualmente en el que los ciudadanos de diversas orientaciones han generado presión suficiente para desembocar en escenarios destituyentes.

El procedimiento tiene elementos en común: autoridades que con el correr del tiempo han acumulado presión de la crítica social sobre sí mismas generan en algún momento sobre si un hecho detonante que produce –a su vez– la chispa de lo que se llama “la indignación ciudadana”.

En cuanto a procesos de destitución de autoridades por la vía de la movilización ciudadana vale ubicar con alguna nitidez un incidente que arranca a fines del 2011 y culmina a principios del 2012, durante las jornadas para evitar la cesión de recursos extraordinarios al Tribunal Superior de Justicia Electoral, en las gestiones denominadas “After Oficce revolucionario”, que acabó exitosamente con el fin de la pretensión y la poco honrosa huida de los senadores del Congreso por la zona de la Costanera, plan que derivó en el mote de “Senarratas” (huyen como ratas).

2013/ 2018

Desde la asunción de Horacio Cartes y hasta hoy, segundo mes del gobierno de Mario Abdo, se produjeron varias movilizaciones que acabaron con la política sanción y destitución de altos cargos.

No se puede olvidar la importancia que tienen los medios de comunicación que generalmente desatan la chispa que enciende la indignación de ciudadanos.

Nadie hubiera pensado que el jefe de la poderosa Contraloría General de la República tuviera que obligarse, por primera vez en la historia, a renunciar a su cargo y sucedió el 12 de agosto del 2015.

Es probable que por ninguna cabeza pasara que el rector de la Universidad Nacional (una institución intocable desde su fundación) tuviera que renunciar el 21 de setiembre del 2015, tras la presión ejercida por un ejército de estudiantes bajo la denominación de “UNA No te calles”.

El dedo destituyente se descarga ahora sobre congresistas, siempre con la misma combinación de elementos que lo hace posible, dentro de lo cual la movilización de los ciudadanos es un hecho principal.

Pirevai de las redes

Las redes sociales son la herramienta más importantes para la generación de este estado de ánimo ciudadano. Eso se puede corroborar con precisión científica con solo preguntarse el porqué las denuncias del pasado de los medios de comunicación, algunas de ellas con interminables tapas, no habían desembocado en acciones destituyentes.

Recién después de la aclimatación de las redes sociales como dinámica de comunicación normal y cotidiana de los ciudadanos pudo generarse suficiente “interconexión leudante” que permitiría que en lo sucesivo se desate este circuito:

⁃ denuncia de/ en medios

⁃ Indignación de ciudadanos

⁃ Proceso de homogeneización de la indignación mediante las redes sociales.

No existen vacunas

En los procesos destituyentes no existen factores de negociación. Son iniciativas con un objetivo muy simple: lograr que alguien renuncie a algo. No tienen salidas intermedias, por ello es que confronta también con la cultura de la política criolla que establece vericuetos constantes (chicanas también se llaman) para la salvación de los afectados. En este caso no. Es simple por lo cual tiende a acumular fortaleza.

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