Cuentan las leyendas, de las tantas que revolotean en torno al Dr. Francia y sus circunstancias, tratando de condenar o justificar sus actos, que el Supremo Dictador cerró iglesias y escuelas y abrió cárceles, más bien mazmorras tenebrosas; si nos vamos a guiar por la narración, la más literaria y la más histórica, la de Roa Bastos, que el Supremo Dictador, como correspondía al supremo cargo que asumió, no quería más leídos que él y más habladores que él, es decir, que asumió el absoluto poder de la palabra y de la opinión, para lo cual, sin duda, era inevitable cerrar las escuelas y deshacerse de todos los otros maestros habidos y por haber, y abrir mazmorras para encerrar lo más aisladamente posible a los posibles competidores en el uso, para él abuso, de la palabra, salvo que fuera la suya.

Los dictadores que lo “poscedieron” no tuvieron mucha imaginación; haciendo referencia al más reciente y duradero, el Tiranosaurio, ganó ese título poco honroso, prohibiendo la palabra, ya que, en la materia, él era 0 a la izquierda, más que le pesara no estar, en eso también, a la derecha; no cerró las escuelas, sino que las corrompió, como a la mayoría de las instituciones públicas que hacen a una sociedad moderna y democrática.

Fue Carlos Antonio López el que invirtió el país del dictador y la política “educativa” del dictador, proponiendo cerrar cárceles y abrir escuelas, en el Paraguay y en el exterior, es decir, enviando a jóvenes a formarse en el exterior y traer a técnicos del exterior a construir y formar jóvenes en el interior del país. En fin, un verdadero giro copernicano, es decir, darle la vuelta total al francismo, en busca de un país contrario al que recibió como herencia, comenzando por la educación sin duda, el motor que ha movido, impulsado y cambiado a todas las sociedades para convertirlas en países democráticos, modernos, igualitarios y eficientes.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Me vino a la cabeza esta reflexión sobre el tema tantas veces leído y debatido, por lo que tal vez pueda convertirse en una simple anécdota, la campaña silenciosa pero impactante de los jóvenes estudiantes que recorrieron las calles poniendo mochilas a las estatuas; sí, mochilas, ese símbolo del estudiantado que tiene una gran significación, y como objeto una gran practicidad: que quienes la portan tienen libros, útiles, hoy podríamos decir computadoras, aunque sabemos que con los nuevos teléfonos se pueden ganar grandes espacios de la educación universal.

Pero el tema no es venir tan lejos en la historia, salvo porque vale para valorar las lecciones gobernativas de don Carlos y las anti lecciones de Gaspar Rodríguez de Francia; quien no pasó a la historia por hacer un país organizado aunque se lo salva por pasar a la historia con cierta aura de que fue el salvador de la patria; los otros dictadores fueron, más bien, por el contrario, vendedores de la patria.

Vale la pena hacer el recorrido histórico involutivo para llegar al presente, cuando grupos de estudiantes salieron a las calles a ponerle mochilas a las estatuas que encontraron en su camino. No sé si fue planificado o al azar del recorrido, que “enmochilaron” a los bustos recordatorios, pero creo que es un gran llamado, un gran acierto. Tomo como referencia a Roa, el gran escritor, quien estará de parabienes con su mochila de escolar a cuestas, con haber sido elegido para estar en la calle con la mochila al hombro, reclamando como siempre educación para los jóvenes.

Vale la pena recordar que una de las justificaciones de la dictadura estronista para echarlo del país, a su segundo exilio, fue que se dedicaba a recorrer escuelas y colegios para adoctrinar a los estudiantes. Como registran los documentos de esa época triste, eran los estudiantes los que reclamaban su presencia. Ese reclamo sería su principal motivación para, después de caído el Tiranosaurio e instalada la democracia, se quedara en el país, rechazando ofertas de prestigiosas universidades internacionales.

Mi último encuentro con él en su casa fue el día antes del accidente que le costó la vida, reunido, pese la precaria salud por el peso de la edad y los golpes de los exilios y las enfermedades, con estudiantes secundarios con los que conversaba sobre su obra.

Valga esta recordación, esta reivindicación estudiantil a la mochila en las calles y en las plazas, sobre los hombros de recordados protagonistas de la historia paraguaya, para recordar al López visionario que priorizó la educación, para reclamar, una vez más, ahora que se escucha hablar tanto de la necesidad de construir más cárceles, que la causa principal de esa superpoblación se debe a la falta de escuelas, a la falta de educación, a la educación precaria.

Entre los aciertos del gobierno de Cartes estuvo, creo que en plano principal, recuperar ese magistral y magisterial legado de don Carlos, formar estudiantes y formar docentes. Es fundamental que esa política prosiga y crezca, por lo que es de esperar que el nuevo gobierno no siga la mala costumbre, probablemente pautada por enfrentamientos políticos internos, de boicotear iniciativas positivas puestas en marcha por el predecesor.

Vale la pena, en una coyuntura como la actual, recordar el ejemplo de don Carlos.

Será justicia.

Déjanos tus comentarios en Voiz