- Por Guillermo Ramírez
- Gerente de GEN
En alguna oscura habitación de un piso superior del Ministerio de Defensa, lejos de testigos y curiosos, el Señor Ministro colocó sus manos sobre un pequeño dispositivo con un hueco que estaba apoyando en una curiosa tabla llena de letras y números. Cerró los ojos, murmuró una frase y dejó que sus manos sean guiadas por una fuerza ajena a la suya. El adminículo guía posicionó su espacio vacío sobre un enorme YES y el Señor Ministro sonrió. Una vez más, se había invocado al Servicio Militar Obligatorio.
Claramente esta no fue la forma en la que el SMO se coló en la agenda de temas pero la sensación que tengo es la misma, la de traer un muerto desde la tranquilidad del más allá hacia nuestra realidad, con la intención de que nos entregue respuestas que no tenemos. Para ser aún más claro, intentar encontrar en el SMO las respuestas a los problemas de la juventud paraguaya es exactamente lo mismo que intentar hablar con un fantasma vía la ouija, es una ilusión y no funciona.
El motivo por el cual se está hablando del SMO es, sin embargo, real y necesita de un abordaje urgente. Los jóvenes paraguayos están desamparados, abandonados por un Estado que se llena la boca para hablar del bono demográfico pero que no mueve un dedo para rentabilizar el capital humano más valioso para las sociedades en todo el mundo, la juventud. Que no quieren trabajar, que no tienen valores, que son motochorros, que se drogan, que toman tereré en la vereda, que no saben lavar ni su calzoncillo. La prensa y la sociedad digital ya juzgaron y el veredicto fue contundente: ¡Cuartel lo que les falta!
Proponer un régimen más estricto de implementación del servicio militar obligatorio no es ofrecer una solución, es apostar a una ilusión. Paraguay no necesita que sus jóvenes se internen en cuarteles, lo que el Paraguay necesita es que se aplique de una buena vez por todas la doctrina del Estado Social de Derecho que garantiza las condiciones mínimas para que cada uno de los habitantes del país pueda prosperar desde un punto de partida más o menos común. No necesitamos a jóvenes malnutridos empuñando vetustos fusiles, necesitamos niños y adolescentes en instituciones educativas públicas de calidad. No necesitamos a pobres expulsados de sus chacras carpiendo campos interminables, necesitamos que tengan acceso a salud pública cercana y eficiente. La sociedad exige para estos “lacras de la sociedad” un akapete y un fusil, cuando lo que ellos necesitan es que les otorguemos lo que su mala fortuna no les dio.
Proponer al SMO como una solución es también profundamente desigual dentro de su ilusión ya que “rescata” de la debacle de la ausencia del Estado Social de Derecho solamente a los hombres dejando a las mujeres a su suerte, como ya es costumbre aquí en la reserva moral continental. Las adolescentes paraguayas no tendrán la suerte de adquirir valores y nutrición en los cuarteles, porque ellas están condenadas a ser criaditas, a trabajar en casas ajenas, a venir a Asunción a vender su cuerpo, a intentar casarse con alguien que las pueda mantener y con ello renunciar a su libertad y autonomía.
Apoyándome en Wilde, Paraguay es el castillo de Canterville y el servicio militar obligatorio nuestro eterno fantasma, que lleva rondando por nuestros pasillos por demasiado tiempo. Y así como en el cuento, es un fantasma que no logra asustar a nadie, sino que recoge burlas por su anacronismo, por su carencia de propósito. 147 soldaditos muertos y 2 desparecidos, incontables denuncias de mala utilización de recursos, fotografías y videos de conscriptos trabajando en casas de altos rangos militares, la fantasía sobrevive por encima de sus casos de corrupción y agresión.
Yo estoy convencido del poder del propósito como vehículo de la construcción del carácter de un joven, pero ese propósito se encuentra explorando las artes, probando deportes, leyendo libros, ayudando al prójimo, pensando en silencio, recorriendo caminos, soñando con los ojos cerrados y abiertos. Y para que todo esto ocurra el Estado debe garantizar que nuestros chicos y chicas tengan la oportunidad de hacer todo esto en libertad.