Por Olga Dios

(Una columna sobre los libros que amé, sin mayores pretensiones)


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Empecemos admitiendo realidades: Arturo Pérez Reverte podría escribir un manual de Algebra, y yo lo leería. Lo adoro. AMO absolutamente todo lo que sale del cerebro de ese hombre. Si, también estoy un poco enamorada de él; pero se entiende.

Eso no me resta objetividad para decir que “Los perros duros no bailan” es una de sus novelas más bellas. El protagonista se llama simplemente “Negro”, es un perro duro, crecido y sobreviviente de las calles. De la insensibilidad con la que los humanos tratan a esos cuadrúpedos hechos de carne, hueso y lealtad a toda prueba.

De eso trata el libro: de la fuerza y la importancia de la lealtad. Utilizando un recurso genial como el de hacer narrar en primera persona la historia a un perro, volviendo caninas algunas expresiones coloquiales humanas, con dejos de humor, de melancolía, alguna cuota de romance entre nuestro “Negro” y la perra Margot“; una galga argentina que viene a ser algo así como la dueña del “bar”, de la cuadra. “El abrevadero de Margot“ es el pequeño desaguadero de una destilería de anís donde los canes de la cuadra se juntan a “tomarse unas cañas”, e intercambiar los chismes del barrio.

Pero esto es sobre todo, una novela policial. Desaparece el mejor amigo de nuestro protagonista, “Boris el guapo”, un siberiano que se ganó el apelativo porque tiene a todas las perras del barrio embelesadas, y el, lo sabe y lo explota. Preocupado, Negro se lanza cual detective por los bajos fondos de ese Madrid oscuro, al submundo de las peleas de perros ilegales. Donde unos cuantos inescrupulosos secuestran animales para hacerlos matarse y cobrar la entrada a quien sabe qué tipo de persona se deleita con tan triste espectáculo. Es que eso de “mientras más conozco a la gente, mas quiero a mi perro”, está más vigente que nunca.

Nací mestizo, cruce de mastín español y fila brasileño. Cuando cachorro tuve uno de esos nombres tiernos y ridículos que se les ponen a los perrillos recién nacidos; pero de aquello paso demasiado tiempo. Lo he olvidado. Desde hace mucho todos me llaman Negro…”

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