Fue la imagen ponderada y el detalle que siempre se reclamó a las autoridades de turno. El abrazo de Mario Abdo Benítez con doña Obdulia Florenciano, la madre del oficial Edilio Morínigo desaparecido en manos del EPP. Todos vimos ese abrazo en la mañana del 15 de agosto, allí en una de las primeras filas de invitados al acto de asunción.

Para los incrédulos, era el vaticinio del arranque de un gobernante compungido por su país y que estaba dispuesto a generar esa empatía con la gente acompañado de resultados en gestión.

Fue ese gesto de esperanza sumado a un discurso grandilocuente de que la impunidad es el cáncer a vencer o que la educación sería una causa nacional.

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A apenas 38 días de ese acto, esos gestos se fueron desmoronando hasta incluso para aquellos más optimistas, donde no me incluyo, con las revelaciones que dio el viernes la señora Obdulia, las designaciones en las binacionales de hombres escombro y la censura a estudiantes secundarios que solo exhibían carteles reclamando justos derechos.

La madre de Edelio relató que cuando Mario Abdo estaba en campaña le decía que no podía comprometerse con nada porque el poder no estaba en sus manos, “ahora tiene el poder y tampoco hace nada”.

La mujer contó que solicitó audiencias con el Presidente porque nunca hablaron del caso de su hijo desde que asumió. Recordó que el mandatario, el ministro del Interior y toda su comitiva estuvieron por el Norte, pero no pasaron por la casa de la familia del secuestrado. Solo lo hicieron en campaña.

A doña Obdulia le llenaron de esperanzas, posaron con ella en campaña y hasta la invitaron al acto de asunción, pero hoy ni le atienden el teléfono. Ella misma confiesa que se sintió utilizada. Ese emotivo abrazo del 15 de agosto quedó registrado solo para la foto.

Y a propósito de poses, se evidenció la semana pasada que también ese discurso rimbombante de lucha contra la corrupción fue solo eso, un discurso. Las últimas designaciones como pago de favores políticos a figuras averiadas por los escándalos de corrupción en los que estuvieron involucrados, generaron una ola de críticas y enojos de todos los sectores, insisto, hasta en los que se mostraban más optimistas con este gobierno.

No es para menos, el cuestionado Antonio Ibáñez, un señor mayor que abandonó el cargo de ministro de Agricultura, envuelto en un escándalo de corrupción por venta ilegal de carne a la Policía, ventilada por una investigación periodística del diario Última Hora en el 2005. En ese entonces había dicho que ya pasaba a cuarteles de invierno. Sin embargo, el gobierno de Mario Abdo lo reflota y lo nombra como asesor en la Itaipú binacional con un salario de G. 35 millones al mes.

Y como corolario de hechos que confirman que estamos ante un gobierno que dice una cosa de boca para afuera, pero que actúa reeditando viejos vicios de la politiquería corrupta y mediocre, es lo ocurrido con unos estudiantes secundarios en un acto público con presencia del Presidente.

Dos estudiantes que estaban pacíficamente exhibiendo dos carteles, en uno pedían inversión del 7% del PIB para la Educación y en otro, instando a evitar un acuerdo con el Banco Mundial. Los guardias de la presidencia ordenaron a los jóvenes bajar esos carteles y los mismos fueron confiscados.

El ministro Petta quiso minimizar el hecho y acostumbrado al show en medio de los flashes devolvió esos carteles a los jóvenes. Así como esos gestos que significaron señales de esperanza, rápidamente se dieron otros, que simplemente confirman lo que venimos señalando: un gobierno listo para las fotos, pero lejos de la gestión. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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