• Por Augusto dos Santos, analista  

Es poco explicable el camino tomado por el gobierno al respecto de la embajada paraguaya en Israel. No es necesario hablar sobre el valor estratégico de esta nación en el tablero mundial, ni de los gestos de intercambio y cooperación dados en todos estos años para advertir que no se trata de cualquier aliado.

Es poco explicable aún si no se estuviera de acuerdo con el paso anteriormente dado por el gobierno de Cartes, porque una cosa es determinada decisión que provoca controversia y otra cosa es cuando una decisión genera ofensa.

La “mala onda” de esta iniciativa se acrecienta si se tienen en cuenta hechos que ocurrieron en simultáneo y describen un itinerario desafiante absolutamente innecesario. Nos referimos al anuncio –en simultáneo con la cancelación del traslado de la embajada– de la apertura en Asunción de la embajada de la Autoridad Palestina. En términos futbolísticos fue casi un “entra Palestina, sale Israel”.

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Es imposible analizar seriamente lo que desencadenó el enfado del primer ministro Netanyahu y la reacción del propio gobierno de los Estados Unidos si no se unen las dos puntas de esta historia. Basta imaginar a los líderes de Israel recibiendo la noticia del cierre de la embajada paraguaya en Jerusalén y pocos minutos después siendo testigos del festivo anuncio del canciller paraguayo de la profundización de las relaciones con sus adversarios históricos. Basta dos gramos de sentido común para interpretar como una actitud desafiante, inmensamente innecesaria.

Un tercer punto débil del paso dado es la ausencia de equilibrio diplomático. Aunque no se menciona ni se reconoce todos los países tienen una postura de cara a sus relaciones internacionales mucho más prudente y distante que en las relaciones internas a nivel político o económico. Sectores políticos –incluso enfrentados– integran delegaciones que representan al Paraguay y saben que no es “diplomático” lavar los enjuagues locales en el exterior. La acción del gobierno de cerrar la embajada en Jerusalén –todo el mundo interpretó así– fue un gesto de venganza política por el paso dado previamente por HC de generar tal traslado. Una vez más el “odio a Cartes” –atizado con fuerza desde sectores mediáticos enemigos del ex mandatario– marcó la agenda y la cosecha fue negativa no precisamente para HC sino para un gobierno que necesita fortalecerse en su etapa de despegue.

Un cuarto punto: no hubo un mínimo de análisis de los efectos colaterales de la iniciativa y mucho menos de la lectura internacional que se podía tener del paso dado, lo que de inmediato repercutió en el “gran hermano” de Israel, los Estados Unidos.

“El señor presidente Mario Abdo ha recibido una muy amable llamada del vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, para hablar sobre este tema”, confirmó Castiglioni.

Lo de “muy amable” sonó como una campana en el silencio. ¿Era necesario aclarar que una charla de mandatarios es “amable” o fue una expresión a la defensiva? Sea como fuera, no se recuerda cuándo fue la última vez que el mismísimo vicepresidente de los EEUU llamó a un mandatario nacional a expresarle su preocupación por un paso dado.

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