Por Felipe Goroso S. – Twitter: @FelipeGoroso
El futbolista tribunero no necesita ser un enganche habilidoso, ni siquiera un defensor aguerrido; o un mediocampista con visión de juego. El tribunero sólo necesita ganarse el cariño de la tribuna. Es eso lo que sabe hacer, con eso le alcanza, y es más que suficiente para renovar sus contratos y conseguir transferencias a mejores ligas. En el fútbol funciona y en el fondo –como hincha– me generan cierta simpatía. Creo que todo plantel necesita uno o dos tribuneros en sus filas.
El tribunero profesional no sólo marca, eso lo hace cualquiera, él se arroja al piso a pelear cada pelota. Aún sin ser el capitán, es el vocero ante el árbitro en cada disputa verbal que surge durante el juego. No sólo es el vocero, “actúa” tan bien su papel que cuando habla lo hace con gestos grandilocuentes, de manera que todo el estadio sepa que es él quien lleva la voz cantante del equipo. También juega fuera de la cancha, es excelente declarando ante los medios, por eso lo buscan. Es una máquina de lanzar titulares, es el mejor zocalero y te garantiza interacción en redes. Calienta las previas, se golpea el pecho en los triunfos y apela al amor a la camiseta y la hinchada en las derrotas. Un jugador completo.
Como podemos ver, jugar para la tribuna funciona en el fútbol. El problema está cuando se trata de gobernar pensando en la tribuna, para la gradería. Colgado del alambrado cantando con la hinchada.
Aquel que piensa que gobernar es parte de un espectáculo en el que sólo se reciben aplausos está destinando su gestión a tiempos oscuros. Los abucheos son parte del día a día de lidiar con el natural desgaste que viene con el poder, esos abucheos marcan a fuego el carácter y van midiendo la fortaleza de toda administración. Una delgada y sensible piel se transforma en cuero de calidad. Gobernar implica tomar decisiones, muchas, cientos de ellas, miles. Y las mismas no siempre satisfacen a todos. Al contrario, lo usual es que haya sectores que de manera directa o indirecta vean perjudicados sus intereses o los de sus aliados. Hacer políticas públicas, proponer programas, administrar presupuestos, construir y fortalecer instituciones y gestionar comunicación gubernamental no se hace con la vista puesta en la tribuna. Me veo en la necesidad de decir que tampoco implica bombardear nuestra administración de manera exclusiva por medidas negativas o impopulares. Se trata sencilla y llanamente de gobernar. Y no lo pongo en mayúsculas para no agredir a los lectores.
Un buen jugador no pide cambio ni se enoja con la hinchada ante el primer abucheo. Sigue jugando y hace el esfuerzo por mostrar los motivos por los que el DT decidió hacerlo jugar. Necesitamos previsibilidad y seriedad en el proceso de toma de decisiones, en la gestión gubernamental, en la administración del poder. La política puede y debe hacerlo, de eso se trata esa mala palabra que empieza con p y termina con a.