• Por Augusto dos Santos
  • Analista  

En este país se colocaron piedras fundamentales para cualquier “verdura”. Si te descuidás para la construcción del retrete de un ministerio en algún breve gobierno pasado.

Mañana se pone una piedra fundamental con todas las letras, pero como estamos todos metidos en la guerra zombie que nos agobia como sociedad –ya hace un buen rato– es seguro que no sabrás de qué te estamos hablando. Se trata de la Universidad Tecnológica Paraguay-Taiwán.

En cinco años –probablemente– ya habrá pasado por allí una parte fundacional de remesas sucesivas de jóvenes que marcarán un nuevo camino, que señalarán la conformación de una forma de profesionalismo paraguayo en capacidades de generar altísima competitividad en mundos que hoy parecen pertenecer a la ciencia ficción y que parecían suceder solo en Silicon Valley o en el Oriente.

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En una sociedad cuya mirada está postrada en el hiperhoy es imposible instalar un debate en serio sobre estas buenas noticias para su futuro. De hecho, no estamos educados para elaborar el futuro así como tenemos una prodigiosa capacidad para generar estruendosas agendas sobre cualquier asunto “quilombero” que nos ocurra hoy.

Para ser objetivos, probablemente la Universidad Tecnológica Paraguay-Taiwán que echa a andar mañana será mucho más aportante a la construcción de un nuevo concepto de desarrollo en el Paraguay que muchas de las mejores gestiones del presente período, más que algunas que fueron más visibles o voluminosas.

Basta recordar una anécdota sobre su nacimiento para entender la apuesta. Una delegación del gobierno viaja el año pasado a la República de China (Taiwán) y plantea que se instale en nuestro país la industria de una de las marcas más competentes de smartphones y computadoras del mundo. Allá dijeron que es factible, pero se preguntaron cuánto nivel existe en la generación de ingenieros electrónicos angloparlantes con determinados rangos de actualización en los prodigios posmodernos de las nuevas tecnologías.

Localizado allí el condicionante, tanto el gobierno de Cartes como la administración taiwanesa asumieron que el problema no era cómo ponemos una industria de vanguardia universal, sino cómo instalamos una universidad que genere mano técnica apropiada para una industria de vanguardia universal.

Al día siguiente, el propio presidente Cartes y el ministro de Industria Leite volvieron a conversar con la presidenta Tsai Ing-wen y la frase fue: “Queremos la mejor universidad tecnológica que nos fuera posible crear, en Asunción”. La presidenta, antes de pestañear, dijo que sí.

Por si tuviéramos que resumir lo obvio, diríamos que mañana la República de China (Taiwán) empieza a instalarnos el futuro de paraguayos y paraguayas preparados como nadie en la región para intervenir en procesos de investigación y fabricación de componentes electrónicos para el mundo. Es un día importante.

Crucemos los dedos para que los nuevos administradores de la República no procedan con el viejo estilo de condenar lo mejor de los gobiernos anteriores solamente porque tales obras no sucedieron durante el gobierno en curso.

Si todo sale bien, en 5 años estaremos en condiciones de fabricar formalmente en el Paraguay marcas y componentes que en el pasado nuestros vecinos venían a buscar en la penumbra de la informalidad.

Si ese no es un salto, el salto dónde está.

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