Por Antonio Carmona, periodista

Escuchando noticieros diversos que anunciaban al próximo ministro de Educación, Eduardo Petta, buscándole la conexión con el cargo, es decir, cómo se entendía la “función” que va a cumplir tras asumir el cargo, algunos colegas no encontraron mejor calificación para definirlo que “tiene buena cintura política”. Siendo tal vez lo más resaltante de su carrera pública como fiscal, de la cual salió defenestrado y bastante mal parado, pero supo driblar el escándalo y rearmarse; como pope de la Caminera, donde pasó con más pena y olvido que gloria, como funcionario municipal… en fin, como colorado devenido opositor de un partido minúsculo en el que era más fácil conseguir el cargo de Senador… y después, de nuevo colorado, usufructuando el cargo conseguido como “opositor” poniéndolo al servicio del oficialismo colorado para buscar de nuevo el acomodo como colorado. En fin, no cabe duda alguna que más que profesionalidad en tan diversos cargos, lo que prima es la cintura política, aunque me cuesta entender cómo va a manejarse a driblin puro para una institución tan especializada, compleja y conflictiva como la Educación.

Me vino a la cabeza, por la variedad de funciones, aquel peón que Alvarito Ayala parodiaba en el escenario y que juraba que estaba basado en una experiencia auténtica, de un personal que pasó por su casa ofreciendo sus servicios y que le sorprendió por la diversidad que le ofrecía, desde jardinero a albañil, pasando por chofer, secretario, asadero… etc, le interrogó, sorprendido inquiriéndole: “¿Cuál es su profesión?”, contestándole el “profesional” con gran seguridad y desparpajo: “Todista”. No cabe la menor duda, mirando históricamente la profesionalidad en la función pública nacional, que ese oficio predomina, ¡tenemos hasta modelos administrando la comunicación de una cámara del Congreso! Pero digamos que esos cargos son “políticos”; no creo, sin embargo, que en el personal médico, casi un minihospital que funciona en la misma cámara, haya albañiles ejerciendo de médicos o de dentistas ni viceversa.

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Y estamos hablando del ministerio de Educación, la institución de la que depende la formación de las generaciones venidas, viniendo, por venir y venideras.

Y tenemos un todista en la Educación.

Escuché ya a más de uno opinar que, al fin de cuentas, la educación ha sido uno de los fracasos de esta transición democrática… como considerando que en estas décadas de democracia no se ha hecho nada. Sin duda, seguimos estando mal en educación, no por lo poco o malo que se ha hecho, ni mucho menos; desde que el Dr. Sapena Brugada asumió como ministro de la transición, con un fenomenal discurso principista dirigido a los docentes, hasta nuestros días, y con el principal mal de la falta de continuidad y con calamitosas excepciones, han aportado bastante a la educación; y eso que los sectores que se han plegado desde el ámbito privado han cometido bastantes errores, como el más escandaloso y peligroso, por el ruinoso estado de las instituciones que hay que atribuirlo al error o, dados los riesgos, el horror de haber pasado la administración de los fondos de la infraestructura edilicia a las administraciones municipales, con lo que la inversión educativa terminó en la mayoría de los casos en otros fines, incluso lujosas viviendas particulares de los administradores al lado de las ruinosas escuelas que ponían en riesgo la vida de los estudiantes.

Sin duda, como decían los colegas, Petta tiene cintura política para pasar de un cargo a otro, de un oficio a otro oficio, sin destacarse, pasando desapercibido como para reciclarse de nuevo en otro totalmente dispar, sin que nadie repare en el desguisado, con pena y sin gloria del cargo antes “ejecutado”, preparado para reciclarse en otra especialidad en cualquier momento, esa gran capacidad para cambiar de camiseta, como el camaleón, sin que nadie parezca darse cuenta.

Con su enorme carga de frustraciones, el tremendo déficit docente, principalmente, lo que no quiere decir que no haya buenos docentes, sino que siguen predominando los mediocres que hasta hay que empujarles para que vayan a estudiar con todos los costos cubiertos, insólitos docentes reacios al estudio, es mucho lo que se ha avanzado en educación, aunque parezca poco ante la catastrófica herencia que nos legó la dictadura. Ha habido altibajos, pues no es este el primer gobierno que rifa el cargo a los políticos. Hemos tenido en la transición buenos ministros y badulaques. Demás está decir que el factor experiencia es clave; hemos visto a ministros fracasar nada más comenzar las clases por falta de conocimiento del complejo aparato educativo y su funcionamiento; y tenemos escandalosos casos de malversación de administradores con la merienda escolar, con la provisión y entrega de útiles y, tenemos, para cerrar el largo expediente de desafíos, dirigentes gremiales y docentes más que irresponsables, así como también lo contrario.

No es fácil separar la paja del trigo. Hace falta bastante más que cintura política y habilidad de equilibrista para caer parado. Lo hemos visto con más de una administración de la cartera, que han hecho retroceder los avances logrados en la gestión de un ministerio tan fundamental, tan estratégico, tan vital para la Nación.

Es necesario pensarlo y actuar acorde a las exigencias del cargo. Sería una catástrofe que el esfuerzo realizado en el proceso, que la gran inversión realizada por el gobierno que se va, se vaya al tacho.

Será justicia tomarlo en serio…

o será catástrofe.

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