Por Felipe Goroso S., Twitter: @FelipeGoroso

Cada vez que queremos desmeritar una idea, propuesta o simplemente rebajar el nivel en el debate de un tema basta con agregarle al lado de cada opinión el adjetivo de “politizado”. Lo hacemos en charlas con amigos y también se ve en los medios, en todos sus formatos y plataformas. Casi se convirtió en un insulto. Habrase visto algo igual.

Estamos instalando (peligrosamente, creo) que hablar de política y los temas que hacen a nuestro día a día es grosero o de mal gusto. Con esta línea de análisis perdemos todos. Absolutamente todos. Parece que no nos damos cuenta que eso le da cada vez más capacidad de maniobra a los líderes con pensamientos perimidos. A quienes les conviene ralentizar los cambios estructurales y que tienen décadas acomodándose al poder de turno, sin importar pelo ni maña. Y acá entran dirigentes políticos, sociales, cooperativos, del sector privado, gremiales, deportivos y sectores de medios de comunicación.

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Es un juego perverso el que nos plantean: calificar todo como politizado en sentido peyorativo. Esos son los poderes fácticos de siempre buscando seguir teniendo el sartén por el mango. Que no nos interese la política para que la política siga siendo manejada por los de siempre.

La Real Academia Española nos dice que politizar es dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos. En su segunda definición nos plantea inculcar a alguien una formación o conciencia política. Pueden elegir la más apropiada y conveniente a los días que vivimos en Paraguay, ambas tienen cosas positivas y que pueden servir para hacernos cambiar la visión que nos quieren instalar sobre la politización de los temas.

El Paraguay precisa de una campaña nacional por una ciudadanía politizada. Precisamos debatir, discutir, escucharnos, dialogar. Incluso sin importar que nos pongamos de acuerdo al final de la discusión. Los consensos son necesarios, pero el disenso nos fortalece como sociedad, nos ayuda a madurar. Hagamos el esfuerzo de debatir sobre las ideas y las propuestas, sin caer en el gastado recurso del argumento “ad hominen”. Juzgamos la iniciativa sencillamente dependiendo de quien venga. Difícil es, a todos nos cuesta, pero bien vale la pena plantear la patriada.

Que cada vez más nos interese la política, que politicemos cada vez más los temas que nos planteen. Que seamos cada vez más los politizados. De eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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