- Por Augusto dos Santos, analista
Esta frase poderosa ha marcado el comienzo del fin de muchas historias de amor. Responderá a la pregunta –¿qué hice?– por parte de la interlocutora o interlocutor y terminará por instalar que el desencanto envuelve a uno de los protagonistas incluso por encima de todas las razones. Las personas que insisten por sostener una historia por sobre el –no sos vos, soy yo–, terminan protagonizando espectaculares colisiones contra esa dura pared llamada desengaño.
Recordaba esta frase tratando de entender lo que sucede con Ibáñez. Afuera hay un pueblo que trata de explicar al diputado que su problema no es con el razonamiento sobre que su delito fue más importante o menos importante que el delito de otros. Él se engaña con esta premisa. Él es un problema menor, el problema mayor ya es la erupción de una inédita reacción ciudadana que no quiere que el mismo siga representándolo en el Congreso por sobre cualquier razón que el mismo pueda ofrecer ante la oposición pública.
Si Ibáñez no sabe leer esta situación irá caminando él y arrastrará a los que lo defienden como un flautista de Hamelin en un inexorable tour hasta el abismo del repudio social.
No hay nada más inteligente que pueda hacer Ibáñez que asumir que se encuentra en la punta del cono de un volcán en erupción cuya explosión terminará por calcinar a todos los que lo defienden como en la triste Pompeya. La otra alternativa del diputado Ibáñez es sentarse a esperar el “no sos vos, soy yo” todos sus amigos políticos.
LO ABANDONARÁ MARITO
Esta semana marca el regreso del presidente electo a Paraguay. Es demasiado probable que Marito encuentre alguna ocasión, así fuera un juego de pelota vasca o la inauguración de una tienda de peluches, para decir la frase mágica: “Ibáñez tendría que renunciar”. El otro camino es que le pida en privado tal procedimiento, pero difícilmente dejará de aprovechar la ocasión para que todos sepan que él lo hizo, lo cual se logra fácilmente con el viejo recurso del trascendido
POR QUÉ IBÁÑEZ Y NO OTROS
En alguna ocasión cómo en esta no se aplica aquello de la “indignación selectiva” que de tanto usarse termina siendo un lugar común y rebuscado. En realidad el “mérito” de Ibáñez NO radica en lo enajenado y siquiera –mire qué lejos llegamos– siquiera en el enajenamiento. Es imposible entender la consistencia del “kuerái” en las calles, redes y medios si no se analiza este fenómeno desde otro lugar.
Desde las razones de la erupción
Es cierto lo que dice Ibáñez que hubo tipos que se quedaron con miles de millones de guaraníes de la guita del pueblo y su apedreo público es por un volumen de 30 millones. Pero también es cierto que la reacción ciudadana no tiene que ver con un asunto de contabilidad sino tiene que ver con un asunto de códigos. Lo que no perdona una parte substancial de los indignados es el aprovechamiento del dinero público para solventar servidumbre. ¿Por qué? Porque ello confronta a los ciudadanos con un nivel de abuso que no está dispuesto a tolerar y de paso le devuelve con nombre y apellido lo que siempre más odio de la clase política. El problema del diputado Ibáñez es que supo colocarse en el rol de representación de ese modelo repudiado.
Es por ello que su situación constituye una afrenta imposible de digerir, mucho más allá de cualquier ponderación en números que se quiera formular. Por ello la expresión específica en este caso no es con el castellano indignación sino con el guaranítico kuerái.
Para ser más claros y conclusivos: los hechos más repudiados por la opinión pública en todos estos años –y basta revisar la literatura periodística– no tuvieron relación con el volumen de lo robado al Estado sino con el procedimiento o la actitud de los hechos y de cómo ellos, por los condimentos que tuvieron, confrontaron con lo que puede definir como la tolerancia ética de los ciudadanos.