• Por Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

Tienen ciertas características que los identifican.

Son seres humanos y, por lo tanto, llenos de imperfecciones. Son visionarios de primera línea a los que cada día se les presentan cientos de ocasiones de equivocarse.

La mayoría de los empresarios místicos dicen que el primer secreto para el éxito en los negocios es decir solo las cosas ciertas y decirlas con total coherencia.

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La honestidad saca a la luz lo mejor de cada uno. Dicho de otro modo, la integridad no es solo una idea noble, es un instrumento para el éxito personal y empresarial.

Los empresarios místicos son también honestos, muy honestos con ellos mismos. Quieren conocer la verdad, aunque esta pueda ser, en ocasiones, personalmente dolorosa.

Una atención escrupulosa a la justicia distingue al empresario místico. Hacen lo que dicen que van a hacer. No hacen lo que dicen que no van a hacer. Y todo ello con un franco sentido de la justicia y la coherencia. Un halago aplicado con frecuencia a un místico es: “Es duro como un clavo, pero es siempre justo”. A todos nos gusta que nos traten con justicia, pero muchos lo olvidamos en situaciones de presión en las que hemos de tomar decisiones.

Una de las ventajas de los místicos es su capacidad para aplicar la pregunta “¿Es justo para todos?” incluso en situaciones de mucha tensión.

Para el empresario místico la justicia no se limita a un mandato moral. Es decir, no es que sean justos porque deben serlo; lo son porque ven que la justicia prevalece en el universo. Todos somos iguales, todos en el fondo lo mismo. Como en alguna ocasión dijo alguien, “la justicia es la forma de unión de las cosas en el mundo”.

Cuando actúo injustamente, interrumpo el funcionamiento real del mundo. Cuando soy justo, participo del tejido del mundo.

Los seres humanos nacemos aprendiendo y cuando dejamos de aprender empezamos a morir. Los empresarios místicos son particularmente sensibles a aprender sobre sí mismos. Saben que nuestras mentes, cuerpos y espíritus son el instrumento mediante el cual llevamos a cabo nuestras acciones, así que prestan mucha atención a la hora de examinar sus motivos, su historia y sus sentimientos.

Los empresarios místicos se comprometen con su propio aprendizaje y, a la vez, ayudan a los demás a aprender. Para el místico, la actitud de indagación, de sorpresa, es algo sagrado. Pocas cosas le molestan más que la gente que se cree en posesión de la verdad, que cree conocer todas las respuestas. Todavía no nos hemos topado con un auténtico triunfador que no se encontrara siempre aprendiendo algo sobre sí mismo.

John Wooden decía: “Lo que cuenta es lo que se aprende después de saberlo todo”.

Cuanto mayor es el talento de alguien, mayores son las probabilidades de que algo se salga del camino preestablecido para aprender y mejorar, incluso aunque esa persona ya haya triunfado a los ojos del mundo.

Los empresarios místicos consiguen conocerse a sí mismos de tres maneras. En primer lugar, aceptan y aprecian sus emociones. Aunque las personas que se dedican a los negocios tienen fama de ser controladas y poco emocionales, y muchas de ellas sin duda lo son, no nos ha parecido que esto pueda aplicarse a los dirigentes a los que llamamos místicos.

En segundo lugar, comprenden la relación con el pasado y, por tanto, son menos susceptibles de verse cargados por él.

En tercer lugar, se muestran abiertos a lo que los demás tengan que decirles, aunque sea en forma de crítica.

Para un empresario místico la espiritualidad significa hechos, no palabras. Este posee la habilidad de trascender de lo particular a los puntos de conexión universal de todos nosotros.

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