• Por Antonio Carmona
  • Periodista

Haciendo zaping televisivo internacional, que es una buena forma de hacer contacto y contraste con el mundo que nos rodea y evaluar cómo estamos, asistí en un canal argentino a una entrevista del experimentado periodista cordobés Leuco con una diputada parlasuriana argentina, del equipo político de Lilita Carrió. No parecería perdida, sino que, por el contrario, manejaba el tema con el nivel político del caso, conocía y manejaba la política regional y sabía qué hacer. No daba la impresión de que el Parlasur no sirve absolutamente para nada, como es la percepción que tenemos aquí.

Salvando las distancias, haré referencia a los debates fuertes y críticos que hay en este momento en el parlamento europeo, de un excelente nivel y percepción y adaptación de los tiempos en que vivimos. Tampoco daba la sensación de que los eurodiputados estuvieran al pedo, ni mucho menos.

Valga la comprobación y la reflexión al respecto porque somos un país que está dentro de un bloque, el Mercosur, por si se nos ha olvidado, que ha afirmado ciertos avances y que negocia con otros bloques con los que debe hacer negociaciones y buscar sacar algunas ventajas para el bloque, en general, y para el país, en particular. Necesitamos un parlamento regional, necesitamos negociar con los parlamentos de otros bloques, con los que estamos conversando, como la Unión Europea o el grupo del Pacífico.

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Moraleja: necesitamos parlasurianos que estén preparados para representarnos y defender nuestros intereses y parlamentar de igual a igual con sus pares, y no como el representante del partido liberal que hizo tan triste y vergonzoso papelón ante las cámaras de televisión regionales. No era un problema de idioma, sino que, a todas luces, el elegido no está en condiciones de hacer el trabajo para el que ha sido elegido y que, por lo tanto, con ese criterio, nuestra capacidad de negociación va a ser equivalente a 0.

Vale la pena hacer la aclaración de que discrepo con una buena parte de los colegas, que, sin duda, ante el espanto, han empezado a lanzar sus dudas sobre la utilidad de ese foro y sus arengas, para que nos ahorremos semejante despilfarro.

No les falta razón para la crítica, pero no se trata de hacer que desaparezca una institución, que tiene fundamento en este tipo de relacionamiento y negociaciones a nivel internacional, sino de exigirle rendimiento.

Y aquí cabe ampliar la crítica, más allá del caso específico; en general, nuestros parlamentarios del Mercosur no dan la impresión de hacer algo útil, más bien todo lo contrario, ni intentan rendir cuentas a los ciudadanos de sus actividades, así que dan alimento al pedido de mandar el parlamento mercosuriano a la hoguera.

Evidentemente, la representación se ha convertido, como suele suceder, en una repartija de cargos, sin compromisos, ni con la actividad internacional, ni con la vida política interna: los parlasuarianos, en realidad, dan la sensación de ser parlaturisterianos.

En cuanto al tema del idioma, no creo que el idioma en que se desenvuelve una persona sea un obstáculo, por la lengua en sí, sino más bien por su manejo o, al revés, por la falta de buen manejo; se puede ser analfabeto o semianalfabeto en guaraní o en español o en cualquier otro idioma. Y se puede ser “letrado” en cualquier idioma.

Recurriré a un hecho real, ocurrido durante la dictadura, en el que se enfrentaron un campesino paraguayo y, nada más y nada menos, que el ingeniero Debernardi, cuyas luces propias, no las de la Ande de aquél entonces, nadie puso nunca en duda.

Don Arce, analfabeto en español, con su guaraní y su jopara bien puestos, entabló un pleito a la Ande que, en aras de una obra de “progreso” había expropiado su terreno. Debernardi le respondió que le había pagado la indemnización correspondiente por ley; don Arce le retrucó que había pagado por su tierra, pero no por los árboles frutales con los que él había alimentado a sus hijos, haciendo el cálculo del valor agregado y reclamando su reparación, ilustrando al ingeniero sobre el valor económico de su tierra y sus frutos, con la modestia que correspondía, cada vez que, emboscado en la Ande esperaba la llegada del ingeniero para reclamarle: “Che ko campesino mboriahu, analfabeto, ndaleekuaái, ndaescribikuaái…”.

Al aceptar su derrota. El Tano, dicen que dijo: “¡Por suerte no sabe leer ni escribir, sino me habría desplazado del cargo!”.

Todos los días vemos y escuchamos a guaraní hablantes y jopara hablantes que se desenvuelven maravillosamente negociando y parlamentando, sin nada que envidiar a don Arce, ni, desde luego, a Debernardi.

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