- Por Antonio Carmona
- PERIODISTA
Empecemos por el principio: las encuestas no son estudios del futuro y, si me aprietan, ni siquiera del presente en que se publican; más bien del pasado, del tiempo en que se realizan y se procesan; son investigaciones vía entrevistas con ciudadanos para captar y medir preferencias y tendencias de opinión en un momento dado dentro de un marco social, comercial o político, dentro de un espacio geográfico, social o cultural; vale insistir, de un momento dado, el momento en que se hacen las entrevistas que, sumadas, conforman una encuesta o estudio de opinión que después son procesadas y publicadas con cierta distancia temporal entre la realización, su evaluación y su publicación.
Lamento aburrir o insultar a buena parte de los lectores explicándoles tamaña perogrullada, pero las circunstancias me obligan ante las declaraciones públicas de dirigentes políticos, especuladores electorales y leguleyos, más letraditos que letrados, que han tenido amplia difusión en los medios, hasta con descabelladas denuncias públicas y hasta "formal denuncia" de quienes han perdido unas elecciones y quieren atribuir la "catástrofe" a las encuestas.
Cualquier político veterano, asesor o abogado de políticos que no haya entendido eso es un idiota, y disculpen la contundencia del calificativo, o peor, un oportunista, ya que el tema de las encuestas se viene tratando y debatiendo en nuestro país desde que comenzaron las elecciones democráticas. Hay incluso un fallo de la Corte Suprema que autoriza a un medio a publicarlas hasta en el día de las elecciones.
Sucede en Paraguay y en el resto del mundo, con las limitaciones propias de difusión de cada sistema electoral. Sorprenderse hoy es caerse del catre o tratar de hacernos pasar al resto de los habitantes del país por caídos del catre.
Mundialmente, las encuestas se vienen realizando desde tiempos inmemoriales para conocer panoramas de mercado y ningún comerciante ha presentado demanda hasta ahora; parece que en nuestro país cierta clase política tiene menos capacidad para entender hechos tan comunes como la encuestación, o pretenden hacernos pasar por idiotas a los demás.
La cosa es más sencilla, las encuestas no sirven para vender más sino para estudiar el mercado; en política es más o menos lo mismo: las encuestas no sirven para captar votos ni mucho menos para ganar elecciones…, ni para perderlas. Llama incluso la atención que los hoy perdedores que denuncian a los encuestadores, en elecciones anteriores anunciaron por televisión que habían ganado de acuerdo a las encuestas, violando en ese caso la ley electoral.
Como no puede entenderse que los avivados de entonces se hagan pasar hoy por madrugados, no queda sino pensar en la justificación de una campaña electoral, cuyo fracaso algunos de sus propios correligionarios adjudican más bien a desprolijidades de la administración económica de la campaña electoral. No hay que dejar que la mala memoria nos haga olvidar de que en nuestro país son muchos, y cada día más, los que entran a la carrera política con más fines económicos que políticos, y hasta los que confunden, que abundan cada día más, la política con una forma de enriquecimiento tan lícito como se pueda bastardear la política para sacar réditos económicos.
Vayamos ahora al mundo y a los ecos, lamentables, de muchos "comunicadores", al respecto del "fracaso de las encuestas.
Para no remontarme más lejos, voy hasta el caso del fracaso de las encuestas que daban contundente victoria al no al Brexit, cuando el sí fue ganador, pese a que hasta hoy se discute la manipulación en materia de cierta empresa que está haciendo tambalear hoy hasta a los grandes monopolios de los nuevos sistemas de comunicación y desinformación. Sucedió también en España… y ni qué decir en la más reciente escandalosa victoria electoral en EE.UU.
Es obvio que los sistemas de comunicación han variado y producen cambios en la "Tendenciosidad" de las comunicaciones, influyendo incluso en los votantes que son públicamente conocidos y que, si bien en nuestro país, son producto de la oferta "electoralista" para las campañas, con perfiles falsos, truchos, que la mayoría de los electores manejan sin saber que más bien son manipulados, el nivel de influencia no se hace a través de encuestas directas y abiertas, sino de procesos de influencia en la comunicación, oscuros, sistemáticos, antes y durante los procesos electorales.
Las encuestas son "niñas de pecho" ante las manipulaciones a las que hoy asistimos y que, por lo visto, muchos de nuestros "comunicadores" aún no se han dado cuenta.
Allá por los años 60 un libro conmovió al mundo con un título catástrofe, "El retorno de los brujos", y un contenido poco serio en que se anunciaban fenómenos extraordinarios que engatusaron y conmovieron a una sociedad.
Se puede hablar hoy en el mundo de "El retorno de los brujos" en materia de manipulación de la información, como estamos viendo a escala mundial y hasta universal, con la manipulación de millones y millones de votantes manipulados sin siquiera saber que estaban votando o apoyando fraudes.
Comparando esto a escala nacional, con la seriedad de las encuestas, con sus errores y aciertos, hasta el día de hoy no da sino para denunciar "El retorno de los burros". Que tal vez nunca se fueron.