• Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
  • Pastor Principal de la Iglesia
  • Más Que Vencedores

Existe lo que se conoce con el nombre de "incredulidad corporativa". Eso es lo que vio Jesús en Jerusalén: "No pudo hacer milagros allá por la incredulidad (colectiva) que había en ellos" (Mr 6.5).

Esto es lo que se está viviendo en estos días. Hay tanta incredulidad en la sociedad que hasta pareciera que Dios no existe. Están tan ajenos a Dios que sus operaciones en la vida de la gente son casi nulas, aunque, en realidad, Él nunca es de intervenir en todas las cosas. En realidad el problema no es que Él no actúe, sino que la gente no lo percibe, ya que está inmersa en su día a día y sus afanes. Dios está muy poco en la agenda diaria de la mayoría, incluso en los que dicen creer en Él.

Siguiendo la lectura, allá por el capítulo seis de Marcos dice: "Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando". ¿Por qué enseñando? Porque la enseñanza es el antídoto contra la incredulidad. En el libro de Romanos 10.17 dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios". Lo que nos da una fe genuina es el conocimiento de las Escrituras, de qué dicen ellas de Dios y de cómo este interviene en la vida de los seres humanos. Hay muy poca fe verdadera (la credulidad pagana abunda, no confundir esto con la fe bíblica) porque hay mucha ignorancia de lo que realmente enseñan las Escrituras.

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Necesitamos ser enseñados en la fe, en el potencial de la fe que tenemos, sobre los principios que gobiernan el crecimiento y desarrollo de la fe. No solo muchos no la estudian, ni la desarrollan, ni la activan, sino que, por el contrario, constantemente ingieren información en contra de ella, de un mundo incrédulo con argumentos y altivez de espíritu que se levanta contra el conocimiento de Dios (2 Corintios 10.4). La sociedad está inmersa en la incredulidad por voluntad propia y por haberle dado la espalda, corporativamente, a Dios y sus mandamientos.

Cuando Jesús hablaba de la fe, Él siempre la relacionaba con la interacción con otros creyentes. Si la fe va a crecer, necesitamos envolvernos en relaciones con otros creyentes, necesitamos compartir con gente de fe, relacionarnos con ellos y nutrirnos unos a otros. ¿Cuántas relaciones divinas tienes? ¿Quiénes son tus mejores amigos? ¿Con quiénes compartes más? ¿Tienes algún grupo de WhatsApp donde interactúas con otros creyentes? ¿Lees tu Biblia? ¿La conoces? ¿La practicas? Las respuestas a estas preguntas te dirán tu nivel de fe y verdadero relacionamiento con Dios.

La fe crece en etapas. Jesús habló de una FE como la semilla de mostaza (Lucas 17.6). La traducción de Weymouth dice: "Si usted tuviera una fe que creciera como un grano de mostaza…". Jesús no nos enseña que tuviéramos solo un poquito de fe, como un grano de mostaza, sino que estaba haciendo la comparación a que nuestra fe, aunque sea pequeña al principio, crezca como un grano de mostaza; que pueda sanar enfermos, liberar a las personas, perdonar, hacer señales.

Jesús nos enseña cómo crece un grano de mostaza en Mateo 13.31-32. Nos dice que sembrada esa pequeña fe, esta debe ir creciendo hasta ser la mayor de las hortalizas y alojar aves. Nos dice que no debe ser una fe pequeña sino una fe creciente.

Una fe pequeña logrará cosas pequeñas, una fe grande logrará cosas grandes. La fe ideal de la cual Jesús estaba hablando, es una fe creciente. Es de "fe en fe", como dijo luego el apóstol Pablo en Romanos 1.17.

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