• Por Alex Noguera
  • Periodista
  • alexfnoguera@hotmail.es

Poco mérito tiene observar un camino ya construido; mas el que es capaz de ver el que aún no existe puede considerarse un privilegiado, un visionario. En palabras más sencillas, si una persona se coloca sobre una ruta verá que se pierde en el horizonte.

Si cerramos los ojos e imagináramos una ruta en el mar que la construimos como si navegáramos en un bote, esa ruta sería la estela que dejamos atrás al avanzar. Sin embargo, esa senda no existe hacia adelante porque simplemente es agua que aún no alcanzamos. La vida es como la ruta que construimos todos los días y que si miramos atrás la podemos ver. Y aunque no existe más adelante, está ahí.

No es fácil construir la ruta de la vida, sino que lo diga incluso el máximo exponente de la religiosidad católica, el papa Francisco, ya que ni él está a salvo de ataques. Hace apenas tres días, el miércoles, el periódico La Repubblica (Italia) difundía que el Santo Padre habría dicho que el infierno no existía. Ante la pregunta de "a dónde van a parar las almas de las personas pecadoras después de la muerte", él habría respondido: "No son castigadas. Aquellas que se arrepienten obtienen el perdón de Dios (…), pero las que no se arrepienten, y por tanto no pueden ser perdonados, desaparecen. No existe un infierno, existe la desaparición de las almas pecadoras".

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Para empeorar las cosas, dos días antes, el lunes, se había publicado el resultado de un estudio de la Universidad de St Mary (Londres) con el título de "El cristianismo se ha ido para siempre: Un estudio revela que Europa ha abandonado la religión". Basado en el periódico The Guardian, este artículo exponía que "Con algunas notables excepciones, los adultos jóvenes cada vez más ya no se identifican con la religión ni la practican" y revela cifras estadísticas de varios países del viejo continente. Allá los jóvenes están inmersos en otros intereses.

De este lado del Atlántico la preocupación no llega a tal punto, pero algo ha cambiado. Si nos remontamos a 50 años atrás, un día como hoy, el Sábado Santo era guardado con profunda devoción por los cristianos. El respeto era tal, según la tradición paraguaya, que los niños no podían correr; ni siquiera estaba permitido hablar muy alto –y ni pensar en fiestas, aunque alguien estuviera de cumpleaños– porque el día anterior, viernes, habían matado a Jesús. La gente temía porque durante tres días Dios no podía defenderla porque estaba muerto. Sí, ¡Dios estaba muerto!

Se vivía con tristeza y con esa calma que precede a la tormenta, ya que al día siguiente vendría la felicidad de la Pascua, la resurrección prometida y la esperanza de un mundo mejor con pecadores arrepentidos, cuyas malas acciones habían sido perdonadas.

Pascua significa "paso" o "salto", en este caso los cristianos creen que con la Resurrección de Cristo, Dios les regala una nueva forma de vida. El paso de la muerte a la vida eterna, del pecado a la gracia.

Según la Biblia, la primera Pascua, sin embargo, no ocurrió hace 2.000 años, sino hace más o menos 3.500 años, cuando los israelitas atravesaron el mar Rojo. Para algunos escépticos, estos hechos son cuestión de fe, ya que no existen inscripciones encontradas de épocas del antiguo Egipto que den cuenta de esclavos hebreos fugados, ni de las plagas, ni la destrucción del ejército del faraón. Los arqueólogos tampoco hallaron vestigios del paso mágico por las aguas que se abrieron, ni siquiera de Moisés. Sí, aunque parezca una blasfemia, fuera de la Biblia, Moisés jamás existió y, sin embargo, es piedra angular en el judaísmo, en el cristianismo, el islam y el bahaísmo.

Y aunque muchos duden sobre su existencia, el Moisés fantasioso o real fue el único capaz de construir una ruta en el mar sin haber pasado antes por él, como es requisito para el resto de los seres humanos. También creó –existiendo o sin existir– la primera Pascua, algo que sí es real. Para los cristianos es el paso de la esclavitud hacia la libertad y la Tierra Prometida.

La primera Pascua fue con Moisés, la segunda con Jesús. ¿Y la tercera? Por el momento, en este sábado de luto las tinieblas y oscuridad de fe y esperanza se enseñorean sobre la faz del mundo, pero el nuevo amanecer, el de mañana domingo, traerá la respuesta.

Para muchos la Pascua de hoy ya no es el paso de nada hacia nada, sino una palmada en las nalgas y un huevo de chocolate, volver a la rutina el lunes y comentar cuánta chipa hizo la familia y cuántas naranjas obtuvieron de su incursión en el campo.

Pocos son los que reflexionan y ven ese camino que aún no existe, esa oportunidad de dar el paso hacia el cambio que tanta falta nos hace a todos. Es fácil ver hacia atrás y encontrarse con los pecados del ayer. Pero mañana es Pascua, día de nueva esperanza, día de construir la ruta que queremos. La tercera Pascua es tuya.

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