• Por Emma Paoli
  • Dra. en Ciencias de la Educación
Vivimos en una sociedad en la que todo parece estar más acelerado, en todos los campos. La irrupción de las tecnologías, así como la forma de vivir, han generado la impresión que el día transcurre mucho más rápido, pero, sin embargo, tenemos la misma cantidad de días al año y la misma cantidad de horas en el día; no ha cambiado nada. Entonces, ¿qué es lo que pasa?, es una pregunta que a diario nos hacemos.
Todo se ha acelerado, pero el tiempo sigue siendo el mismo. Si pensamos en la forma en que viven especialmente los jóvenes, atrapados por la tecnología, debemos suponer que creen que tienen “menos tiempo” para cuestiones que probablemente consideran una carga, como la educación, el aprendizaje que deben tener para convertirse en profesionales y tengan un mejor futuro. Obviamente estamos generalizando.
Esto, así como otros aspectos como el propio sistema de educación en nuestro país, nos debe hacer pensar en qué debemos implementar para que las instituciones educativas y los docentes logren sus objetivos, centrados en formar buenas personas y con las capacidades para enfrentar los desafíos profesionales.
Uno de los aspectos que debemos considerar en este análisis, tiene directa relación a la motivación que los jóvenes tienen o deben tener para considerar al aprendizaje como el arma principal para su futuro. Y esta es la cuestión que tiene que preocuparnos para ver la manera en la que desde los procesos educativos deben abordar el dilema.
Encontramos como primer punto de necesidad motivar a los jóvenes a entender que su conocimiento será lo que determinará lo qué podrá ser y hacer en el futuro. Ahí, desde luego, las instituciones educativas y los docentes tienen una gran responsabilidad. Hemos dicho en reiteradas ocasiones que el sistema educativo debe ser reformulado para encontrar el método adecuado y así lograr que los estudiantes se interesen en la permanente capacitación. Una de acciones que podrían ser emprendidas está en lo que se logre hacer en las aulas, con docentes que, a través de la innovación, nuevas estrategias y utilizando las tecnologías logren incentivar a sus estudiantes.
Lo dijimos en un artículo anterior, pero lo reiteramos en esta ocasión. Para que la educación sea diferente se deben realizar transformaciones. Pero hay que advertir que los cambios no son tan simples, exigen recursos financieros y humanos, compromisos de todos sectores y acuerdos con el fin de obtener persistencia en el tiempo. Evidentemente, el consenso y la participación social –padres de familias, estudiantes, educadores, empresarios– son fundamentales, siendo el pacto social trascendental. Hay que establecer estrategias a largo plazo que trasciendan gobiernos, y sean traducidos en acciones reales, pensando en una educación motivadora y de calidad.

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