Por Antonio Carmona

Un reciente informe del BID, que ha tenido repercusión internacional, destaca que el bloque aumentó un 14% sus exportaciones durante el 2017.
La publicación, titulada significativamente “Renovando la integración”, fue elaborada por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), y destaca que “en un contexto de incertidumbre global”, el Mercosur se ve revalorizado como proyecto regional, como instrumento para lograr una mejor inserción internacional de las economías”.
Y destaca una causa muy significativa: “Si hasta hace solo tres años los esfuerzos de los socios del bloque estuvieron puestos en la integración política, la llegada al poder de gobiernos liberales supuso un cambio de enfoque dentro de Mercosur, dando impulso a una agenda centrada en lo económico”. Y resalta el contraste con el Mercosur anterior, el centrado principalmente en lo político, señalando, como inicio del cambio, un punto de partida con la salida de Venezuela.
Vale la pena hacer aquí una precisión, pues si bien es cierto que el punto de inserción del bloque es económico, la armonía política, por el contrario, se ha fortalecido con relación al rampante imperialismo “bolivariano”.
Cabe destacar aquí que Paraguay jugó un papel fundamental en ese cambio, confrontando directamente con la dictadura de Chávez-Maduro, enfrentando al “socialismo bolivariano”, aunque más bien habría que hablar del “sociolismo bolivariano”, que ha arrastrado con su derrumbe a la ruina a varios de los gobiernos con que se “agavillaron”, intentando volver a instaurar los tiempos de la alianza de las dictaduras militares.
Dándole vuelta a la historia: mientras se derrumbaban los militarismos totalitarios, el militarote Chávez derrumbaba una democracia, atacando sus discursos, sus vicios y desvalorizando sus virtudes para revertir luego en la práctica la exaltación del militarismo retardatario del pasado latinoamericano, disfrazándolo de “progresismo”, “contagiando” a varios de los países de la región” en los que primaron, afortunadamente, las democracias gracias a las constituciones democráticas –a diferencia del caso Venezuela, donde se fabricó una constitución dictatorial, militarista–.
No es casual que el informe destaque que “la primera evidencia del giro fue la suspensión indefinida de Venezuela como socio pleno, al tiempo que se aceleraron las negociaciones con la Alianza del Pacífico, el bloque que integran Colombia, Perú, Chile y México”, más acorde con el sistema que prima en Occidente, señala el informe. Destaca que la decisión de abrir el Mercosur al mundo permitió avances sin precedentes en negociaciones largamente demoradas, como el TLC con la Unión Europea (UE)”.
Fue, en el fondo, una vuelta a los orígenes del bloque, pensado más como un facilitador del comercio y promotor del desarrollo económico, que como un bloque político sectario en que se convirtió pretendiendo arrastrar con la bandera supuestamente liberadora de Bolívar, traicionando el pensamiento del libertador.
Dicho en términos prácticos, el Mercosur volvió a ser un proyecto de mercado común, es decir, una alianza, dentro del marco de la economía predominante internacionalmente, hoy incluso en los países económicamente líderes del Este.
El informe destaca que “los avances del bloque son aún más relevantes porque se dieron en un contexto internacional poco amigable. No fue un año en que el viento favorable haya impulsado plácidamente las iniciativas integradoras. Por el contrario, el escenario internacional y la propia dinámica macroeconómica interna distaron de ser óptimas”.
Hasta se podría decir que no solo porque soplan aires de freno a la integración, sino porque, en gran medida, todavía prima la desconfianza por el peso de la tara del pasado reciente, lo que hace más valioso el crecimiento.

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