• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

Cuentan que era un sábado por la mañana cuando iba el maestro por un camino con algunos de sus alumnos que discutían sobre distintos temas de la realidad cuando de pronto tropiezan con un perro muerto delante de ellos, tirado a un costado del camino y en un tremendo estado de descomposición. Al ver al perro en medio del camino y desprendiendo un fuerte olor a podrido empezaron los alumnos a hacer comentarios sobre el animal: –¡qué asco!, decía uno; ¡qué olor más fuerte y apestoso!, decía otro; ¡qué olor y lleno de gusanos! comentaba otro, y así se sucedieron distintos comentarios sobre aquel animal, comentarios de desprecio y rechazo, que les obligó a acelerar los pasos para alejarse del lugar.

Cuando acabaron de expresar sus comentarios sobre el perro muerto, el maestro que observó y escuchó toda aquella forma despectiva en la que se habían expresado sus alumnos, se acercó nuevamente al animal muerto y empezó a mirar su cabeza y lanzó al aire una pregunta dirigida a sus amigos diciéndoles: "¿Se fijaron que blancos son los dientes que tenía este perro?".

Ante el asombro por la pregunta, el maestro se apresuró en aclarar a sus discípulos que su intención era simplemente demostrar que aún en las circunstancias o situaciones e incluso en las personas que más rechazo nos generan, es posible encontrar algo positivo o que sea digno de destacar.

Esta historia que había escuchado me vino a la mente en estos días luego de ver y escuchar hasta el hartazgo la reacción de algunos periodistas y medios que se pasaron hablando sobre lo ocurrido en el primer día de clase del barrio San Francisco donde tristemente una vez más se quedaron en lo anecdótico dejando pasar lo que realmente valía la pena destacar y era que cientos de niños, que hace unos meses estaban jugando entre el barro y la basura en algún pasillo del bañado, ese día estaban impecablemente vestidos con su uniforme y los útiles iniciando una nueva etapa en sus vidas.

Hablando esta semana en radio con la ministra de la Senavitat, Soledad Núñez, me comentaba emocionada que fue muy estimulante poder estar con los niños de jardín de infantes y verlos ese día en el aula después de verlos en pasillos inundados, húmedos y oscuros. "Tenemos que seguir trabajando en este logro que es de todos los paraguayos", acotaba la ministra.

Sin embargo, para la mayoría de los medios este hecho pasó casi desapercibido ese día e insistían hasta el cansancio en resaltar un error ortográfico que es de lo más común.

Es impresionante cómo nos gusta quedarnos a contemplar "el cuerpo podrido" y no los "dientes blancos" del perro. Me van a decir que la prensa no está para eso; sin embargo, a quién no le agradaría recibir un bálsamo de esperanza viendo que es posible soñar con un país mejor donde los niños que están en las franjas más vulnerables reciban una educación de mejor nivel.

Incluso el solo hecho de acudir a la escuela en vez de estar en alguna esquina pidiendo monedas para sobrevivir ya bastaría para destacarlo en los medios. Honestamente creo que valorar a las personas e instituciones que están trabajando por el bien del país y del mundo o destacar hechos positivos también hace bien a la prensa.

No se trata de cerrar los ojos ante la realidad que nos golpea, sino de hacerle un merecido reconocimiento a lo bueno; de cambiarnos ese vestido lúgubre por uno más alegre que nos permita ver la vida del color que realmente tiene. En definitiva aprendamos a mirar los "dientes blancos", antes que la carne podrida. Puedo estar equivocado pero es lo que pienso.

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