• Por Bernt Entschev
  • Fundador de De Bernt

Chisme. La palabra en sí ya remite a algo inadecuado, prohibido y que no suena bien, independientemente del ambiente en que él esté siendo sembrado. El principal componente que hace el chisme florecer es justamente el 'placer' de hacer chisme aliado a una platea que le gusta oírlo. La práctica es tan diseminada en nuestra sociedad que es sabido que existe una industria para hablar de la vida ajena, que gana dinero con chismes.

Cuando hablamos del asunto de una manera genérica y amplia, el chisme hasta puede sonar gracioso o inofensivo. Al final, su práctica no es y nunca fue algo legal, hasta porque el chisme siempre parte de una no verdad o de informaciones no apuradas y que tiene puramente el objetivo de satisfacer al chismoso o la intención de perjudicar un tercer agente.

Al analizar ese comportamiento de personas dentro de las organizaciones en los últimos años, noté cuanto esa práctica es perjudicial a los negocios y a las personas. Ejemplo: si la 'radio corredor' o 'radio peón' empieza a diseminar informaciones de que la empresa está quebrando, que colaboradores serán despedidos, que determinado producto o servicio está siendo malmirado por los clientes, eso va a generar angustia en los trabajadores, afectando el clima organizacional, perjudicando la productividad y el crecimiento de la empresa.

Otra forma de manifestación de chisme es aquella de individuo para individuo. Esa tiene la idea específica de perjudicar una determinada persona por diferentes motivos. Generalmente, el promotor del chisme es el colaborador que tiene baja autoestima, necesita reflectores para intentar sobresalir, que tiene la necesidad de mostrarles a los otros quién tiene privilegios de informaciones de bastidores, dando a entender un supuesto poder. En años de consultoría ya presencié personas siendo despedidas porque fueron víctimas de las 'malas lenguas'.

Por ser algo seductor, el chisme es algo difícil de ser evitado. Pero existen mecanismos para intentar contener su expansión en el ambiente organizacional. El primer paso para que no caigamos en la trampa es identificar cuándo una información llega de bastidor, mansita. Si oye, no de oídos. Y lo más importante, no repase para adelante. Tenga en mente que la persona que habla mal de otra, en la primera oportunidad, también va a hablar algo de usted. Confíe desconfiando.

Las empresas necesitan intentar eliminar todo aquello que puede generar chismes. Un punto bueno de partida es tener procesos transparentes, abiertos y claros de comunicación con los colaboradores. Eso aconteciendo, el chisme no sobrevive, él odia todo aquello que no sea bastidor y transparente. Invertir en capacitaciones lúdicas con el público interno también es una forma de resguardarse. A veces las personas no saben que son chismosas, o no admiten tener tal conducta, viendo el chisme solamente en el otro.

Identificando un chismoso dentro de la organización, la gestión necesita llamarlo para una conversación, explicar el desagrado para corregir procesos, ejercitando el feedback. Si tras esas orientaciones la práctica continúa, no tenga duda de que el perfil chismoso no debe tener espacio dentro del equipo.

Pero para llegar a ese grado de madurez la gestión necesita estar bien madura, con una gestión enfocada en los negocios y en el bienestar de las personas y al mismo tiempo enfocada en resultados. Es preciso destacar que el chisme no tiene género y mucho menos jerarquía, él circula en todos los medios. Si eso estuviera claro, ciertamente la vida de otras personas será la última cosa a discutirse dentro de una empresa, porque los colaboradores, implícitamente entenderán que existen otras cosas más importantes para hacer dentro de la empresa de que estar hablando sobre la vida ajena.

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