- Por Alex Noguera
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Según los psicólogos, ciertas vivencias de la infancia determinan nuestra vida de adulto. Debe ser verdad porque hay estadísticas y estudios que lo demuestran. Yo sospecho que no escribo sobre política porque, para empezar no entiendo mucho del tema. Provengo de una generación nacida durante la dictadura. Así le dicen.
No nos metíamos en política, porque estaba prohibida o mejor, reservada para los que eran "amigos". Mi sospecha se remonta hacia el golpe de Estado de 1989, cuando dicen que llegó la democracia. Yo sigo buscándola, pero si no la encuentro debe ser porque no entiendo de política nada más.
Unos dicen que vivimos presos de los caprichos del Parlamento, que los congresistas son los verdaderos representantes del pueblo y que ellos nos entienden. Debe ser, con lo que ganan en un mes comerían cientos de sus representados. Yo no entiendo.
Para no desviarme del tema, le doy razón a los psicólogos, merced a una experiencia que tuve, como dije, poco tiempo después del golpe. Por entonces –hace ya casi 30 años atrás– era un periodista novato, con toda la candidez y virtudes propias de la juventud.
Fue cuando un día mi jefa me ordenó ir a hacer una encuesta a políticos. Con entusiasmo subí al móvil y mi primera parada fue nada menos que el PC de Argaña. Repito, vengo de una generación que demostraba poco interés en el tema, tanto que ni tenía partido político.
Pero en 5 minutos Argaña me convenció de que tenía que afiliarme al Partido Colorado. A los 10 minutos, si no terminaba la entrevista hubiera acabado más alienado que un miembro del Ejército Islámico dispuesto a autoinmolarse.
El siguiente encuestado fue Laíno, quien me recibió con la misma artillería. Así, en 10 minutos ya estaba renegando de mi reciente casi afiliación y estaba dispuesto a ser parte de las huestes azules. Me estaba convirtiendo en un rabioso liberal. En el más ferviente.
Por segunda vez me salvé de la afiliación porque el siguiente era el colorado Leandro Prieto Yegros, una de las mentes más brillantes. En menos de hora y media, mis convicciones que habían iniciado en la barba de Bernardino Caballero y pasado al cielo azul de la libertad, ahora casi me inducían a pasar por La Riojana para comprar tela roja para ponerle una estrella blanca.
Al final del día aprendí dos cosas. Una, que hay personas peligrosas, con un poder de convencimiento superior que podían inducirme a hacer cosas que ellos querían. Desde entonces, la humildad de reconocer mis limitaciones en ese campo me ayudó a no meter la pata. Y dos, que la política no era para mí.
Así, vi pasar a los Congresos y a los presidentes. Uno robó el país, otro se peleó con amigos y enemigos, otro no hizo nada, otro hizo buenos negocios (para él), otro fue el padre de todas las mentiras y otro robó más que su antecesor. Pero como yo no entiendo de política, mi percepción debe estar mal. O sea, según los psicólogos mi problema con la política viene de mi juventud.
Hoy día parece que todos entienden de política. Todos saben. Todos son expertos. Como yo no entiendo, veo cómo se pelean por la dichosa enmienda. Bueno, ex enmienda. Unos dicen que ya no existe, pero como yo no entiendo, no voy a discutir.
Tampoco voy a juzgar, solo voy a pensar en voz alta. Para aclarar ideas nada más. Veo que en los últimos años la gente "hace líos". No sé si es que porque son ligeros nomás o si está bien.
Veo que los secundarios hicieron una revolución, seguidos de los universitarios de la UNA; veo que el rector que hizo de las suyas impunemente durante tantos períodos ahora está tras las rejas, al igual que el mismísimo ex número uno de la Policía Nacional, por corruptos.
Veo una flota de buses renovada, que durante tanto tiempo fue un problema serio. Veo que el combustible ya no se regala a los amigos políticos en campañas –sí a los del Congreso– y que los precios bajaron y la calidad mejoró.
Veo inversión en capacitar a educadores y a jóvenes que buscan empleos dignos. Como nunca antes veo empresas extranjeras que se instalan en el país. Veo obras de infraestructura como el superviaducto, o proyectos como el metrobús. Veo una economía con bases sólidas y un dólar estable. Y sin embargo, dicen que está mal.
También veo que la salud pública no es salud pública, sino una farsa. Veo que la Justicia no es Justicia, sino una farsa. Veo el narcotráfico entrar desde el norte y me asusta tanta sangre que corre.
Pero como yo no entiendo de política no sé si está bien que un joven haya muerto por una bravuconada de políticos. Tampoco entiendo porqué el presidente de un partido político ataca a la Policía y luego se viste de víctima. Bueno, es político, pienso. Sospecho que Argaña, Laíno y Prieto Yegros tienen la culpa, porque yo no entiendo.