- Por Jorge Torres Romero
El caso del analista económico Pablo Herken es otro claro ejemplo de lo mucho que nos falta avanzar como sociedad empezando por el respeto a las opiniones diferentes a las que uno tiene. Herken lanzó en cinco minutos tres reflexiones sobre la situación económica del país y el comportamiento de un sector de la clase política en consecuencia.
En primer lugar dijo que a estas alturas del 2017 se confirma que la economía paraguaya quedó muy bien parada, con sus pilares muy firmes y una fuerza extraordinaria, destacando la buena coordinación de su política económica, lo que se traduce en un mejor bienestar para la gente.
En segundo lugar, el analista sostiene que estamos empezando un año mucho mejor de lo que esperábamos y explica que eso se da no solamente en términos de un dólar que se cae, de una Ciudad del Este que se recupera o de las exportaciones, sino en las importaciones, puesto que en cinco meses seguidos, Aduanas obtiene una recaudación positiva, algo que no se veía y que revela una capacidad de consumo importante, inflación bajo control y además un récord de reserva monetaria internacional.
Y por último, Herken disparó contra un sector de la clase política que cuestiona el veto al Presupuesto 2017 y la emisión de bonos soberanos por US$ 558 millones: "El Parlamento en general, la Cámara de Senadores en particular y la disidencia en detalle han traicionado a este país.
Han sido antipatrióticos y de alguna manera están escupiendo sobre la comida de cada plato de cada paraguayo y la razón es que en su gran mayoría son cretinos económicos.
Cretinos que no saben de economía. Enrique Bacchetta es el colmo de la ignorancia, la traición y la vergüenza. Esto es traición, traición de primera línea. Si fueran otros tiempos merecerían fusilamiento directo. Por el 2% del valor de la economía paraguaya me quieren descomponer la economía", aseveró el analista.
Uno puede estar o no de acuerdo con la lectura que hace Herken. Pero en economía los números son bien objetivos y muchas veces es difícil refutarlos para imponer otra realidad.
He oído que los senadores aludidos por el analista hablaron en la semana, pero no he escuchado a uno solo refutarlo con contundencia de cifras, datos y proyección distinta a la que el periodista describió, sino lo contrario, todos ellos lo descalificaron y resumieron su análisis a que es uno más de los que ingresaron al "mundo Cartes".
Esta es la reacción natural de los actores políticos de la oposición. Reducir la voz del que piensa diferente a una supuesta condición de servil, alquilado y vendido. Los entiendo, todos juzgan así porque viven y siempre vivieron en esa condición.
Es por este tipo de reacciones que retomo lo que un destacado periodista me repetía: "Por una cuestión de imagen, reputación, credibilidad y rating no me permito ni siquiera ponderar un aspecto positivo no solo de este, sino de ningún gobierno".
Si esta fuera la postura que asumimos todos, supongo que tendremos todavía para largo rato estas disputas maniqueas que no nos permitirán avanzar mucho. Ningún gobierno es o fue demasiado malo para haberlo hecho todo tan mal y tampoco ninguno es o fue demasiado bueno para haberlo hecho todo de manera excepcional.
El disenso, las exposiciones de puntos de vistas diferentes, la observación de la realidad desde varias ópticas son tan ricas y saludables para una democracia, que percibo que quienes todos los días sostienen ese discurso del temor de la vuelta de la dictadura son los que menos aceptan o toleran ese disenso.
Y esto lo experimentamos todos los días en diferentes áreas: El periodista que pondera un logro gubernamental es vendido, el ciudadano que repudia el aborto es un chupa cirio y ahora si me quejo por un bache en Asunción ya soy oficialista porque ataco a Mario, el opositor mejor posicionado.
Si dejamos de encasillar, descalificar o etiquetar a la gente solamente por sus posiciones habremos dado un gran paso para la construcción de ciudadanía y lo que todos queremos, un país mejor. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.