- Por Pablo Noé
- Director periodístico de La Nación TV
- pablo.noe@gruponacion.com.py
Te educan para que estudies en la escuela, después pases al colegio y de ahí a la universidad. Una vez que terminás ese ciclo "ideal" podés casarte para comenzar a tener hijos. Todo lo que salga de ese esquema está mal visto en Paraguay, un país eminentemente católico/cristiano y conservador. Los pedidos de queremos "papá y mamá" siguen estableciéndose como una respuesta uniforme y constante a todo tipo de situaciones que escapen de este círculo vital.
Las variables a este esquema son despreciadas de la peor forma. Se discrimina a las distintas alternativas de vida que optan las personas. No se contemplan las familias conformadas por padres que no están casados, como si ese fuese un defecto insalvable. Peor aún en el caso de las madres (o padres) solteras, olvidando la historia del país, repoblado después de las guerras grandes, con mujeres que se hicieron cargo de la crianza de hijos porque los varones estaban ausentes.
Seguimos sorprendiéndonos por casos que cada tanto nos conmueven, de niñas que dan a luz con apenas 10 u 11 años, desechando las estadísticas que demuestran que el embarazo adolescente es una circunstancia permanente con la que se convive en la sociedad. Tan solo se deben recorrer los cinturones de pobreza de las principales ciudades para ver, con mayor claridad, que existen madres de 18 años con dos o tres hijos, de la misma cantidad de padres.
Cuando se plantea el tema de la educación sexual como una salida a mediano plazo, para estos dramas, los mismos conservadores de siempre señalan que se buscan instalar temas tabú como la legalización del aborto y la agenda de grupos que defienden derechos de los homosexuales. Este pensamiento además de ser limitado, ignora la necesidad de debatir a profundidad estos temas, dejando de lado nuevamente, la educación como fuente de transformación social.
El maldito etnocentrismo, otra de nuestras características increíbles, nos posiciona mentalmente en un sitio de privilegio fuera de los alcances de las tendencias del exterior, creyendo que nuestro sueño de hadas, aquel que es origen de este comentario, seguirá impoluto por los siglos de los siglos, como si nada pudiera ser capaz de alterar ese sistema de comprender y sentir la vida.
Así nos engañamos, dejando de lado el debate, apuntando a sostener un esquema de razonamiento que tan solo pervive en nuestros sueños más lejanos, cuando el mundo real es absolutamente diferente. Esa práctica de cerrar los ojos pensando que así se terminan los problemas nos atrasa, nos perjudica, nos corroe.
Así nos engañamos, dejando de lado el debate, apuntando a sostener un esquema de razonamiento que tan solo pervive en nuestros sueños más lejanos, cuando el mundo real es absolutamente diferente. Esa práctica de cerrar los ojos pensando que así se terminan los problemas nos atrasa, nos perjudica, nos corroe.
El mundo actualmente está dando un giro con una mirada diferente a este nuevo paradigma. Uno de los casos más recientes es el de la compañía Disney que comenzó a incluir en sus dibujos animados parejas del mismo sexo dándose besos, algo impensado hace poco tiempo, tomando en cuenta el carácter conservador de sus producciones. En el mismo sentido podemos destacar lo que sucede en Alemania, que abrirá el primer kindergarten para niños homo y transgénero.
Estos hechos, de acuerdo a las respuestas de las publicaciones periodísticas que enfocan los temas, generan rechazo en una parte de la ciudadanía. Sin embargo, no existe una propuesta razonada, proyectada, pensada y estructurada que intente plantear una mirada que enfoque estos asuntos. Nuestra postura es simple, defender el proyecto de vida idealizado y así, clausurar el debate.
En tanto cerremos los ojos, oídos y la mente a debatir a profundidad estos casos, es imposible pensar que creceremos como sociedad. Mientras nos limitemos a considerar que lo único bueno es lo que consideramos como el ideal, perderemos una batalla en la que la educación sigue relegada, y los dogmas se erigen como el único norte a seguir. Los tiempos cambian, las realidades son diferentes, debemos comprender esto para afrontar estos retos. No existe otro camino.