Los inventores de Starship Technologies enseñaron a sus aparatos a esquivar los semáforos dirigidos por pulsadores y los equipan con micrófonos y altavoces para que se comuniquen con los transeúntes.
La mayoría de los peatones le sonríe al robot (con aspecto de pequeño frigorífico ambulante) en el barrio Mustamaë de Tallin. "Viví la Segunda Guerra Mundial y lo bastante como para ver robots por las calles de Tallin", comenta fascinada una octogenaria, Aleksandra Vaskina.
Un equipo de ingenieros de Tallin encabezado por Ahti Heinla, un programador estonio que participó en el desarrollo del software Skype, comenzó dibujando un prototipo de robot para recoger rocas en la Luna o Marte, en respuesta a un concurso de la NASA.
El equipo no ganó el concurso, pero Heinla consideró que su modelo podría servir para la entrega de comida preparada. Junto con el danés Janus Friis –otro de los que desarrollaron Skype– creó Starship Technologies en Londres en el 2014. Sus robots se fabrican y prueban en Estonia, uno de los países más conectados del mundo. En este día invernal, Liisi Mölder, productora de televisión, no tiene ganas de salir a la calle, pero le apetece un plato de calamares de un restaurante cercano de Umami. Lo encarga desde su teléfono móvil y al cabo de veinte minutos llega el robot. El carrito sube sin problema el umbral del edificio, pero no es capaz de pulsar el botón para llamar. Se las ingenia enviando un mensaje de texto a la clienta. "Toc toc. Su repartidor Wolt llega. Le agradezco que salga a abrirle al robot", se lee. De paso le transmite el código para desbloquear el contenedor y recoger la comida.