Por Laura Morel
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La frase la oí decir alguna vez al inolvidable Luis Cubilla. Recuerdo como si fuera ayer aquél día en que la dijo, porque fue en ocasión de un seminario en que el era uno de los disertantes y quien lo precedió giró su exposición en torno al privilegio histórico de llegar a una final, independientemente a que se gane.
Cuando Cubilla pasó al frente y tomó el micrófono para comenzar a hablar, lo primero que hizo fue refutar al anterior disertante, asegurando que lo más importante y lo único que cuenta es ser campeón, porque después nadie recuerda al "vice".
"El segundo es, siempre, el primero de los perdedores", lanzó, y con esa frase echó por tierra todo lo que se había construido en la charla previa.
Claro ejemplo
En 2016, el Independiente del Valle de Ecuador llegó a la gran final de la Copa Libertadores de América, dejando en el camino a históricos como River Plate (entonces vigente campeón) y Boca Juniors, con un Librado Azcona descomunal.
El sueño de todo "futbolero" de ver a un equipo de los denominados "chicos" romper con todos los esquemas se cumplía. Condimento especial para la definición del torneo de clubes más importante y apasionante del continente.
Pero hasta allí llegó la hazaña. El campeón fue un club con tradición copera y sobradas conquistas, al punto de ser llamado el "Rey de Copas" de Colombia: el Atlético Nacional de Medellín.
A la caza del DT
De esas finales ya habían pasado cinco meses cuando la dirigencia del club Olimpia decidió ir tras los pasos de Pablo Repetto, el entrenador que llevó al modesto Independiente del Valle a escribir la más rica página de su corta historia (58 años).
Pero no lo encontraron en Ecuador.
Para ese entonces, el uruguayo ya había dejado el club Baniyas SC de los Emiratos Árabes Unidos, tras haber dirigido apenas en ocho partidos. Es que los resultados no fueron nada buenos: 6 derrotas y 2 empates, apenas 6 goles a favor y 14 en contra.
Aún así lo contrataron, y también aceptaron su imposición de venir con un arquero, cuando lo que menos necesitaba este Olimpia era un futbolista en ese puesto.
Señales negativas
Así, mandar a Diego Barreto al banco fue ya la primera señal de que algo no arrancaba bien.
Después llegaron los malos resultados en los amistosos. Y dirán que "solo son amistosos", pero en algún momento hay que dar señales en dichos partidos que se está trabajando bien, que hay un buen proyecto.
Sin embargo, las señales fueron más negativas que positivas:
- Tener en el banco a un Roque Santa Cruz, que cada vez que ingresa muestra que es por lejos un jugador diferente y que, encima, está libre de lesiones.
- Excusarse siempre en lesionados y amonestados cuando te preguntan por qué no ingresa un goleador nato como Fernando Fernández.
- No dar una identidad propia o de juego convincente a tu equipo.
- Gritarle a tu hinchada el gol que, al final, no sirvió de nada.
- Decir que "no es fracaso" quedar fuera de la Libertadores cuando ni siquiera pudiste ingresar a la fase de grupos y estás dirigiendo, nada menos que, a un tricampeón de este certamen.
La gran Farías
Las señales fueron y son, desde el inicio de los rumores de su venida, negativos. Tal y como había habían sido un año atrás en "la vereda del frente", cuando en barrio Obrero cometieron el mismo error contratando a un entrenador de equipos chicos.
Cerro Porteño y Olimpia no llevan solo por fanatismo de sus hinchas el mote de "grandes". Tienen historia, tradición, sus camisetas pesan y eso está comprobado. No solo pesa a los jugadores, también a los entrenadores.
Farías nunca fue un entrenador digno de dirigir al Ciclón, Repetto no lo es para el Decano.
El éxito no se alcanza en base a caprichos. La dirigencia azulgrana pagó caro para finalmente entenderlo; la franjeada, que trajo "al primero de los perdedores" para ganar "La Cuarta" todavía no lo hizo.