• Por Esteban Aguirre
  • @panzolomeo

Son las 5 de la tarde de un jueves.Mi mail, celular, mensajito, muro, señal de humo, paloma mensajera ere e rea me dicen: "Acá te quedás". Mi ser interior me dice chopp & croquetas de cerdo picante en la Alemana 2 (Montevideo 212 casi Pdte. Franco), si le metés pata llegamos antes de que se cierre.

El sonido de todas las redes sociales ejectando al mismo tiempo me despiden de mi trabajo (es un sonido parecido al de cuando te conectabas a internet por teléfono, ese sonido extraño que emulaba sexo entre un gorila y un burro. Así mismo, pero diferente).

En el auto mi cabeza se adelanta a mi cuerpo y ya empieza a organizar un calidoscopio de pedidos. Siempre es bueno planear ese momento en que la señora Gloria, vestida de nostalgia anaranjada, te recibe ajustándose el sombrerito mientras retira de la barra tristones cadáveres de inmortalizadas manijas y un que otro Pulp botella de vidrio (como debe ser).Su frase es siempre la misma, pero genera la prisa de tener el pedido en mente para no caer en el pecado de hacer copiatini con el menú de madera adornando la pared.

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"¿Que se sirve hoy mi rey?"Dulces palabras que por un momento convierten mi jueves en su camaleónico y correcto estado: Viernes'i. "Un chopp del tipo helado y dos croquetitas de cerdo rabiosas doña Gloria".

Mis palabras desatan un proceso mágico en el cual el simple grito de "¡Dos croquetas cerdo picante!" desencadenan la onomatopeya del lanzamiento tipo bomba de las croquetas en aceite hasta llegar al dorado correcto y el leve burbujeó que suena como si el jazz se manifestara dentro de mi manija de chopp previamente sazonado con el fresco del congelador.

Mientras mi pedido llega a la mesa no puedo dejar de pensar en lo bendecido que me siento al estar en uno de los pocos bares de Asunción en donde uno por un momento se siente como en casa en una barra.

Si bien las croquetas que están a punto de llegar a mi atención son el plato más romántico de la Alemana 2, el menú tiene una orquesta de sensaciones espolvoreado por doquier de deleites gastronómicos. Por ejemplo, el mixto de este recinto posee poderes misteriosos (sí, el mixto) ya que viene "tipo" a punto de estallar develando con el primer mordisco un amorío entre el queso y el jamón cocido Ochsi del cual no escatiman. Si eso todavía no se siente a una merienda completa, uno siempre puede "rempujar" su orden con el mitológico "Leberk äs e con huevo" que básicamente es un pan de carne acariciado con un huevo frito expectante de un toque de picante de la casa. Es un sonido casi etéreo el de la amable cajera consultando: "¿Hay pío Leber?", en ese minuto final de la indecisión del comensal. El resto del menú se lo dejo a la curiosidad del hambre de cada uno (¡psst!, ¡sandwich de carne fría!, sale bien).

Mientras mi pedido llega a la mesa no puedo dejar de pensar en lo bendecido que me siento al estar en uno de los pocos bares de Asunción en donde uno por un momento se siente como en casa en una barra, rodeado de distintas historias de gente con distintos días, pero compartiendo la misma victoria, el sabor de un platillo reponedor como celebración y premio de un día de trabajo bien hecho.

Mientras dicha orquesta de emociones me espera en la cabeza estaciono el auto para encontrarme con este futuro de gloria gastronómica de cuerpo presente.

¡Salú!

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