Cuando se trata de aprender a llevar los rizos en la cabeza, la misión puede durar días, meses y hasta años. Más que consejos sobre cuidados de cabello, aquí nos sumamos al por qué deberías enorgullecerte de tu afro natural.

Por: Micaela Cattáneo

Fotos: Aníbal Gauto

Hashtag rizaelrizo. Así denominó a su proyecto fotográfico la española María Edén, quien en octubre del año pasado compartía en su fanpage imágenes de mujeres con cabello encrespado o rulos como parte de su campaña contra la discriminación por el tipo de pelo. "¿Compartes con el HT #rizarelrizo para que llegue a esos lugares donde deniegan becas, empleo o impiden ir al colegio a las mujeres/niñas que no se alisan el pelo?", denunciaba en la página.

Y es que la lucha por el respeto al cabello natural es una constante que no se retringe por límites geográficos. En agosto de 2016, un grupo de alumnas de un colegio de Pretoria, Sudáfrica, se manifestó ante unos cuantos profesores que las obligaban a alisarse el cabello para asistir a la institución; ya que argumentaban que sus afros aparentaban en ellas un aspecto "desaseado".

Asimismo, la politóloga dominicana Nicky González, en julio, abrió un debate sobre racismo tras denunciar en su perfil de Facebook que la Ministra de Educación Superior en Ciencias y Tecnología de su país rechazó una solicitud de beca que esta había presentado para ir a estudiar a España. ¿El motivo? El estilo afro que llevaba en la cabeza.

Tiempo antes, la historia se repetía con Makayla Fallaw, una niña texana de once años que había sido expulsada del equipo de porristas, Woodlands Elite Cheer, por no seguir las reglas estéticas de la competencia: alisarse el pelo y llevar una cola alta. "Makayla dice que sus rulos le dan confianza. Creí que si seguía esa regla haría que mi hija sintiera que su cabello no es lo suficientemente bueno porque no es como el de las demás", comentaba la madre de la pequeña a un medio norteamericano.

Pero la hazaña de estirar las melenas hasta el punto de dejarlas sin frizz y "en orden" es una cuestión cercana a la esclavitud. "Cuando los africanos fueron llevados a América para ser esclavizados, perdieron, junto con su status de seres humanos, los peines y productos de bellezas que les permitían cuidar de su pelo y de su cuerpo", narra Maureen, una afrodescendiente, en su blog Proyecto Kahlo.

Lejos de su voluntad, se veían obligadas a esconder sus cabellos bajo un pañuelo; ya que sus propietarios consideraban que sus rasgos eran feos y exagerados. "Ordenaron entonces que los pelos crespos fueran escondidos, que todo lo que era demasiado negro fuera borrado. En este proceso, los negros crecieron pensando que todas sus características eran feas e inferiores", continúa.

Eso explica por qué hasta ahora algunas mujeres con afro, rulos o cabellos muy encrespados intentan imitar lo considerado "perfecto" para la época. Pese a este fanatismo estético que se adoptó con el tiempo, existen defensoras de las raíces; de lo naturalmente bello; de la autenticidad innata. Aquellas que reivindican la rebeldía de los rizos y derriban los mitos de que sólo lo liso y recto es sinónimo de arreglo.

Una de esas voces se encuentra en el Diario de la Negra Flor, un afroblog de lifestyle para las féminas que comparten la ideología de la armonía con una misma; del ser sin imitar estereotipos. "Acepto la belleza de mi cabello afro natural, sin tratar de transformarlo con productos químicos, tratándolo con productos lo más naturales posibles (no parabenes, no sulfatos y pocas o ningunas siliconas siempre que puedo elegir), y siguiendo una rutina de cuidados mínimos para sacarle el mejor partido", escribe Desirée Bela, creadora del sitio.

Un nuevo término

El documental Pelo bueno, pelo malo del español Miguel Parra es un claro ejemplo de que la libertad estética aún es una meta por alcanzar. Sobre este audiovisual, la periodista Rosa Marqués abordó en el portal CondéNast Traveler. Inclinándose a lo humano del ser, incorporó un concepto que revolucionaría el debate de qué es lo "políticamente correcto" en la belleza femenina: la pelocracia.

En realidad hace hincapié en las habitantes de República Dominicana, ya que el documental relata la convivencia de ellas con sus afros o rizos; pero esta pequeña porción no es más que una pequeña parte de las mujeres que constantemente cuestionan sus orígenes capilares en el mundo. Aquello de "las que tienen lacio, quieren rulos y, las que tienen rulos, quieren lacio" no es simple capricho femenino, sino reflejo histórico, sociológico y hasta cultural de una equivocada pretensión sobre lo que la mujer debe ser.

Con esto no pretendemos derribar el reinado de la planchita, sino más bien desmontar prejuicios; soltar los "¿Por qué no nací con el cabello lacio?" e instalar el amor propio, aquello que vemos en el espejo. Porque si hay algo que debemos decir en defensa del cabello rizado es que si hay volumen, todo está bajo control.

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