• Por Augusto dos Santos
  • Periodista

Sumidos en la incapacidad de generar agendas que se ubiquen por encima de lo sectorial, de lo partidista, deambulamos por el desierto de ideas caminando una avenida bombardeada por el inmediatismo, por un presente voraz que ocupa todas nuestras energías.

En Paraguay, como en otras regiones del continente, vivimos una democracia mediática, tutelada por el ecosistema de medios, que si bien ha tenido el enorme mérito de ser el principal enclave en la lucha contra la corrupción desde 1989 hasta hoy (con mucho más protagonismo que la propia justicia o el Ministerio Público) tiene propietarios que en muchos casos también responden a intereses sectoriales, fruto del enorme involucramiento de los grandes grupos periodísticos de Paraguay en negocios, cuyos perfiles lideran en el mercado nacional.

Si fuera un partido de fútbol tendríamos a la política paraguaya con sus jugadores (políticos) en general con escasísimas luces, deprimida formación y casi ausente mirada avizora, con una gestión que apenas es capaz de administrar los sucesos emergentes al tiempo en que el arbitraje de este juego (al contrario de Dinamarca, donde está en manos de la civilidad) se encuentra aquí en manos de los medios de comunicación, en general, a su vez, pertenecientes a algún club de intereses económicos.

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Ello hace que inexorablemente cuando se critica –por ejemplo– una obra pública ya surge de inmediato el comentario sobre que el medio asume tal posición porque tiene intereses en la construcción.

El hecho que los medios defiendan intereses y partidos (sectores políticos) ni es raro ni está mal, sucede en las democracias más robustas, como en los Estados Unidos. La diferencia entre estas democracias frágiles y las robustas consiste en que, en las primeras, quien decide si algo está bien o está mal en el Estado, en sus políticas públicas o partidarias son los medios, mientras que en el segundo caso son los ciudadanos, a través de sus representantes

¿Quiénes son sus representantes? Los congresistas. Estas sociedades realmente confían en sus congresistas, no los ubican, como sucede en todas las encuestas del Paraguay en el último lugar del ranking de los confiables. Y ello es así porque en general los representantes cumplen roles que priorizan la calidad de su representación antes que la imposición de su poder político para obtener cuotas de poder.

Aclaremos, los congresistas de Estados Unidos, Dinamarca o Islandia también se meten en hechos de corrupción, en escándalos, en sobornos, pero ello es substancial y radicalmente la excepción y no la generalidad.

Por sobre ello, como el sistema funciona, quien viene a dar con un mazo los desordenes en esta gestión es el Estado y sus órganos de control, muchas veces siquiera sin necesidad que algún diario hubiera publicado previamente sobre el hecho. En segundo lugar, tienen la suprema seguridad que la ciudadanía ya no los volverá a elegir.

DEPRESIÓN CIUDADANA ES FUNCIONAL A TODOS

Hace ya casi 20 años, Gonzalo Quintana, entonces promoviendo procesos de reforma del Estado, recorría los lugares del Paraguay con una pizarrita donde explicaba porque los Centros de Salud no tenían que funcionar bien, ni contar con médicos, ni poseer medicamentos y tampoco doctores para que el sistema clientelista funcionara estupendamente.

Explicaba que en la medida en que una persona concurre a un centro de salud público y no es asistida como corresponde irá de inmediato a buscar el apoyo de su caudillo político local porque, al hacerlo, pone en marcha la maquinaria prebendaria, uno de los sistemas mas sólidos y eficientes del sistema político paraguayo. Se describe muy fácilmente: los políticos no están para gerenciar el Estado, están para servir a sus acólitos.

El conjunto de acólitos que responden a los líderes de determinado partido constituye una gigantesca masa que algunos ubican en una escala de casi el 70 o 75% en los partidos tradicionales.

¿Qué significa esto? Que solo un 20 o 25% de los afiliados a estos partidos irán a votar el día de las elecciones o a movilizarse por determinada razón, sin que para ello precise algún tipo de mediación de sus punteros partidarios

Cuando decimos mediación, léase: estímulos económicos, estímulos laborales, o mínimamente transporte o promesa de una recompensa en el futuro o el antecedente de alguna bonificación ya recibida en el pasado.

Esta depresión cívica reinante es funcional a todos: al aprovechamiento por parte de la clase política, a la ausencia de debate en los temas estructurales y de futuro ( nos pasamos debatiendo las agendas del hiper-presente) y de muchos orientadores de la opinión pública que al ubicarse –medios mediante– en la cima del monte, son una forma de mesianismo, en muchos casos desde una actitud totalmente honesta.

VOCES DE LOS SIN VOZ

Observen que en el Paraguay, a 27 años del golpe que derrotó a la dictadura, se sigue hablando de personas que son "la voz de los que no tienen voz". El no tener voz es un horrible contrasentido en estos tiempos en que todos los medios de participación están al alcance de los ciudadanos, quienes pueden expresarse desde los medios, las redes o por diversos canales.

Esta fotografía "vintage" de los sin voz, por tanto, no representa un problema de falta de medios, de accesos o de oportunidad, sino la ausencia, o, más bien de expropiación de elementos para tomar parte.

Veamos un ejemplo: Juan es agricultor. Cultiva sésamo. Le ayudan dos hijos jóvenes y vive además con su esposa y su hija quien se encuentraterminando la secundaria. Todos en esa casa tienen un Smartphone, y todos tienen conexión a internet. Pero hasta hoy, Juan, para conocer la cotización del sésamo debe ir hasta el agente del servicio agrícola o, peor aún, hasta el acopiador para saber como están los precios de la próxima cosecha o como estará el tiempo en la semana próxima. La solución a todas esas preguntas la tiene multiplicada por cuatro en sus aparatos celulares de la casa. Pero no saben como llegar a tal información.

¿Cómo puede tomar parte de la democracia un maestro que no sabe responder una pregunta especifica clave como cual es el índice de analfabetismo en el Paraguay? O cómo podemos exigir a los congresistas la imperativa necesidad de elevar el volumen de inversión en educación en relación al producto interno bruto, si no solo no sabemos cuanto es el PIB sino no tenemos idea de lo que ello significa.

Abundamos en ejemplos para llegar de nuevo a la misma conclusión:

Somos una sociedad con una sobreabundancia de información, pero sumida en la incomunicación al respecto de agendas que formen ciudadanos. De alguna manera hemos renunciado al futuro, aunque resulte difícil de explicar.

Pero la parte patética de la historia es que, para todos los liderazgos, es funcional una sociedad deprimida en su capacidad para generar criterios sobre los grandes temas nacionales. Les viene como anillo al dedo que a casa paso los ciudadanos pregunten qué deben hacer, y más que nada, qué necesiten preguntarlo.

Como la "Candida Erendira", del Gabo, el Paraguay necesita salir de este destino que viene siendo la abuela desalmada. Un destino signado por el gigantismo de su aparato clientelista y su voraz necesidad de un status quo con dibujo de línea mortal en la conciencia cívica, la educación, la salud.

LA PESCA DEL DÍA

Como en el menú de una población costera tenemos por todo insumo alimenticio de nuestro sistema de construcción de criterio participativo la "pesca del día". Nuestra realidad nacional comienza y termina hoy con los diarios de la mañana y el noticiero de las 20.00. Y así re-empieza mañana.

Ningún país que logró progresar en el universo lo hizo porque solo estuvo mirándose el ombligo del hiper-presente, del día, sino –más bien– porque supo debatir temas de su futuro con sabiduría.

Hablamos de estructuras escolares cuando una escuela cae, de seguridad ciudadana cuando actúa un motochorro, de salud porque hubo una denuncia en la prensa. Nunca, porque asumimos que todos estos rubros son parte esencial de una agenda que tendría que estar por encima de todos los partidos.

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