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Dos fantasmas atormentaron una "contra-cumbre" de los líderes nacionalistas de Europa en la ciudad alemana de Koblenz, el pasado 21 de enero: la canciller Angela Merkel, de Alemania, y el presidente Donald Trump, de los Estados Unidos.

Para los 1.000 raros visitantes, la mayoría de ellos militantes o simpatizantes del partido anti-establishment Alternative for Germany (AfD), Merkel resumía todo lo que está podrido en Europa: alejada de la realidad política, elitista y enamorada de los inmigrantes. Los coros de "¡Merkel debe renunciar!" marcaron los discursos de esa jornada.

Y el día anterior, la energía de la inauguración de Trump, por el contrario, chisporroteaba a través de los actos.

"El año pasado el viento empezó a cambiar", dijo Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad de los Países Bajos. "¡Trump nos trajo la victoria!".

La multitud gritó enardecida

Koblenz reunió a los líderes de los partidos populistas y nacionalistas de Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y otros lugares bajo la bandera de la "Europa de las Naciones y la Libertad", su agrupación en el Parlamento Europeo. Los feudos políticos y los choques de personalidad estropearon largo tiempo sus intentos de cooperar entre sí. Ahora, sin embargo, se mueven sobre una ola de éxito: Varios están liderando en las encuestas y se ven a sí mismos como líderes de un movimiento.

Los temas eran familiares, desde la crisis de Bruselas hasta el miedo a la natalidad africana. Wilders emprendió su ataque habitual contra los inmigrantes, declarando en un momento que las rubias europeas están teniendo miedo de mostrar su pelo por temor a los inmigrantes. Detrás de la inventiva se ocultaba una visión de Europa como un consorcio de naciones soberanas, libres de élites políticamente correctas y de extranjeros molestos. Hubo intentos de juego en el internacionalismo: los discursos fueron subtitulados y el vestíbulo estaba adornado con un arco iris de banderas nacionales.

Fuera de la sala de conferencias, los visitantes resolvieron rápidamente la paradoja de un mitin internacionalista de nacionalistas. Los miembros de AfD obtuvieron solaz al escuchar sus opiniones proclamadas por políticos del extranjero. "Nos da la sensación de que no estamos solos", dijo un visitante de Hessen, que había viajado a Koblenz con ocho amigos.

La prensa alemana –según dijeron todos– distorsionó sus palabras y los hizo sentir como parias.

Fue una excursión importante para AfD, que últimamente ha visto su apoyo estancarse entre el 12% y el 15%. Algunos peces gordos del partido encontraron la economía de Marine Le Pen, la lideresa del francés Frente Nacional, un poco estatista para su gusto, y estaban incómodos de ver a Frauke Petry, el Líder de AfD, compartir un escenario con ella. Pero el día, la mayoría estuvo de acuerdo, fue de Le Pen. Ella entusiasmó a la muchedumbre en gran parte de mediana edad con su llamamiento a una "primavera patriótica". A diferencia de otros líderes, ella parecía forjar un lazo emocional con su audiencia.

La "contra-cumbre" fue alimentada por el descontento con la corriente principal antes que con cualquier cosa que se pareciera a un programa, pero esto no será un problema para los líderes. Es poco probable que ganen el poder este año, aunque Le Pen no puede ser descartada, pero su influencia ya se está sintiendo.

El 23 de enero, el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, escribió una "carta abierta" a varios periódicos, sugiriendo que cualquier persona q quien no le guste los valores holandeses debería abandonar el país. François Fillon, el favorito de las elecciones presidenciales francesas de esta primavera boreal, dijo que su país estaba cerrado a los refugiados.

Wilders y Le Pen no podrían haberlo dicho mejor.

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