Washington, Estados Unidos. AFP. Por Jeremy TORDJMAN

Estados Unidos, nación de inmigrantes: la consigna anti-Trump remite a un pilar fundacional del país, pero también oculta numerosos episodios en los que las fronteras estadounidenses se cerraron brutalmente para los extranjeros.

"Estados Unidos estuvo constantemente marcado por mensajes contradictorios sobre la inmigración", dijo a la AFP Julie Green, experta sobre el tema en la Universidad de Maryland. "Por un lado, se enorgullecen de ser un país de inmigrantes, pero por otro tienen una larga y compleja historia de decidir quién podía entrar y quién debía ser excluido", advirtió.

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Esta "historia compleja" se inicia hace cerca de 150 años, mucho antes de que Donald Trump desatara las pasiones al cerrar las fronteras de Estados Unidos a los refugiados y a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana.

Aprobada en 1882, la Chinese Exclusion Act (ley de exclusión de los chinos) constituyó un giro en la historia de una joven nación que hasta entonces había recibido a los inmigrantes con los brazos abiertos. "No había realmente una política migratoria. Bastaba con venir", explicó a la AFP Mae Ngai, especialista en inmigración en la Universidad de Columbia de Nueva York.

Alimentada por erupciones de racismo en la costa oeste, esa ley cambió la situación, prohibió el ingreso de trabajadores chinos y atribuyó por primera vez al Estado federal la potestad de definir la política migratoria. La prohibición estuvo en vigor hasta 1943.

"Fue el producto de la filosofía del llamado 'destino manifiesto', según el cual el continente americano debía pertenecer a los anglosajones", afirma Ngai.

Asiáticos excluidos

Esta ideología dará forma a otra gran ley de entreguerras: la ley de Inmigración de 1924 estableció por primera vez un techo al número de inmigrantes que Estados Unidos está dispuesto a acoger y fija cuotas por país, que benefician enormemente a los países del norte de Europa.

"No está explícitamente dicho, pero la idea era excluir al máximo las poblaciones judías e italianas basándose en principios eugenésicos", asegura Green.

Al aplicar el criterio de elegibilidad de los inmigrantes para acceder a la ciudadanía, esa ley representa de hecho un drástico endurecimiento migratorio: a partir de entonces, todos los oriundos de Asia tienen prohibido ingresar a Estados Unidos.

La Segunda Guerra Mundial inicia un nuevo y espinoso capítulo que recuerda la actual controversia suscitada por el decreto de Trump.

Para justificar sus restricciones a la inmigración, el actual presidente estadounidense ha advertido contra el riesgo de que los refugiados sean agentes encubiertos del grupo Estado Islámico.

En 1939 el gobierno estadounidense usó el mismo razonamiento: se niega el ingreso al territorio nacional a judíos europeos porque podrían trabajar secretamente para el III Reich. "Había una suerte de histeria colectiva por el riesgo de una quinta columna", explica Green.

La administración Roosevelt rechazó en junio de 1939 la entrada del barco "St Louis", que llevaba unos 900 judíos que huían de las persecuciones, y se vio obligado a volver a Europa, donde más de un cuarto de sus pasajeros fueron asesinados por los nazis.

Chivo emisario

La segunda mitad del siglo XX estará marcada por otros episodios de crispación. En plena Guerra Fría, la Ley de Seguridad Interna de 1950 otorga a la administración la potestad de rechazar a cualquiera que amenace la seguridad interior, pensando en los simpatizantes del comunismo.

La ley de derechos civiles de 1965 pone fin a las cuotas diferenciadas por país, pero su igualitarismo plantea problemas: al otorgar el mismo número de plazas a todos los Estados, perjudica a los países más poblados. "No tiene sentido otorgar la misma cuota a China que a Bélgica", subraya Ngai.

Algunas décadas más tarde, en 1980, el presidente demócrata Jimmy Carter cerrará las fronteras a todos los ciudadanos iraníes en represalia por la toma de rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán.

Estas restricciones que jalonaron la historia estadounidense son ciertamente el resultado de una época en particular, pero presentan no obstante una característica común: todas invocan el imperativo de la seguridad nacional.

"Todas se alimentan de la tentación nacionalista y la cuestión de la seguridad nacional, con el fin de encontrar un chivo expiatorio", afirma Ngai.

Según Green, el decreto del presidente Trump se inscribe en esa línea: "es un medio de acostumbrar a Estados Unidos a la idea de que está en guerra, aun cuando no sea el caso".

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