De The Economist

Mientras los republicanos buscan cumplir su promesa de revocar la Ley de Atención Médica Asequible (ACA, por su sigla en inglés), deben mantener la mirada puesta en su propia salud política. El "Obamacare" quizá sea impopular, pero sus componentes no lo son.

Una parte celebrada de la ley prohíbe a las aseguradoras rechazar a clientes que tengan padecimientos médicos preexistentes. Antes de la ACA, las aseguradoras rutinariamente negaban la cobertura a aquellos con manchas incluso menores o antiguas en sus historiales médicos.

En una reciente sesión de preguntas y respuestas, el representante Paul Ryan (republicano de Wisconsin), líder de la Cámara de Representantes, fue enfrentado por un hombre que, por un diagnóstico de cáncer, debía su vida a esta regla del Obamacare. Ryan prometió al votante que la revisión deseada de la ACA del Partido Republicano no le habría dejado morir. Más bien, podía haberse unido a un "grupo de alto riesgo".

Amados por la derecha, estos grupos aparecen en casi todas las alternativas al Obamacare, incluido el firmado por Tom Price, seleccionado por el presidente Donald Trump para ser secretario de salud.

La idea es canalizar a las personas enfermas a su propio mercado dedicado y luego subsidiar su cobertura. Revierte la lógica de la ACA, que agrupaba a todos juntos para distribuir los costos. La ley elevaba considerablemente las primas de las personas sanas que compraban su seguro por su cuenta, en vez de a través de un empleador. Eliminar a las personas de alto riesgo del mercado haría bajar esas primas. Las personas de ingresos medios demasiado solventes para calificar para los créditos del Obamacare, quienes han sufrido la mayoría de los costos más elevados, seguramente vitorearán esa reforma.

Treinta y cinco estados operaban grupos de alto riesgo antes de la ACA. El más grande y más exitoso era la Asociación Amplia de Salud de Minnesota (MCHA, por su sigla en inglés). Establecida en 1976, la MCHA cubría a 27.000 residentes de Minnesota con padecimientos preexistentes en el 2011, un 10 por ciento del mercado relevante. Ofrecía una selección de planes, desde cobertura casi total hasta seguro solo en caso de catástrofe. Todos proporcionaban buena atención médica, aunque no ilimitada.

Separar a las personas de alto riesgo del grupo general no hace desaparecer sus costos. Minnesota pagaba la MCHA en dos formas. Primero, las primeras eran 25 por ciento más altas que en otras partes. Después de que esas eran cobradas, un impuesto sobre otros planes de seguro de salud cubría sus pérdidas. Este gravamen inflaba las primas de las personas sanas mucho menos que el Obamacare, en parte porque se aplicaba a una base amplia que incluía a la cobertura ofrecida por los empleadores.

La MCHA ayudó a crear un mercado estable, argumentó Peter Nelson del Centro del Experimento Estadounidense, un grupo de análisis conservador. La ACA, en comparación, ha llegado a algo parecido a un embrollo. En el 2015, los costos de las aseguradoras fueron 16 por ciento más altos que sus ingresos por las primas. Blue Cross Blue Shield, una aseguradora que cubría a 103.000 personas, ha dejado el mercado de Minnesota, culpando a las enormes pérdidas. Es probable que el estado distribuya 300 millones de dólares para amortiguar el golpe de los enormes aumentos de primas para el 2017, los cuales, según un parámetro llegaron a 59 por ciento.

Poco sorprende que algunos añoren el regreso de los grupos de alto riesgo. Sin embargo, la MCHA era la excepción en vez de la norma. Muchos estados privaban a los grupo de alto riesgo de efectivo. El de Florida incluía solo a unas 200 personas en el 2011. Las primas eran comúnmente del doble de la tarifa normal. Muchos estados tenían topes de inscripción, lo que significaba que aun a las personas dispuestas a pagar no se les garantizaba la cobertura.

Eso hace que las preocupaciones de la izquierda –que los grupos de alto riesgo ofrezcan cobertura pero nieguen la atención a los enfermos– parezcan justificadas. En la marcha de las mujeres en Washington el 21 de enero, una manifestante sostenía una pancarta que proclamaba "grupo de alto riesgo ? atención médica asequible".

Ni siquiera la MCHA era accesible para todos los que la necesitaban. En el 2014, una persona de 45 años de edad pagaba entre 350 y 400 dólares al mes por un plan de la MCHA con un deducible de 2.000 dólares. Eso parece una fuerte suma para alguien con ingresos de 24.000 dólares anuales, el nivel de ingreso al cual un hogar de una sola persona en Minnesota deja de ser elegible para el Medicaid o el "Minnesotacare", dos programas de seguro operados por el gobierno para los pobres.

Notablemente, nadie sabe con precisión cuántas personas no podían permitirse pagar el MCHA. Sin embargo, según Lynn Blewett de la Universidad de Minnesota, usar la tasa de obesidad para suponer la proporción de personas con padecimientos preexistentes sugiere que la MCHA no alcanzaba a cubrirlas a todas.

Eso sugiere que se necesitarían incluso subsidios más grandes para reproducir el objetivo del Obamacare de cobertura universal para los ya enfermos. El grupo de alto riesgo de Minnesota perdió unos 6.000 dólares por inscrito en el 2011. Cubrir esas pérdidas para la misma proporción del mercado a nivel nacional costaría unos 11.000 millones de dólares al año, según estimaciones de The Economist. El plan de Ryan ofrece 2.500 millones de dólares anuales en fondos federales, y muchos estados serían renuentes a compensar el déficit.

En cierta forma, los grupos de alto riesgo son preferibles al complejo sistema del Obamacare de redistribución tras bastidores, el cual es oneroso para las personas de ingresos medios que carecen de cobertura proporcionada por el empleador. Sin financiamiento generoso y sostenible, sin embargo, los grupos de alto riesgo pudieran ser una alternativa traicionera.

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