• Por Richard E. Ferreira-Candia
  • Periodista, analista y docente
  • @RFerreiraC

El "divide y reinarás" sigue siendo una de las estrategias más eficaces en una guerra política, sobre todo la electoral. Si se logra romper las filas contrarias fortaleciendo un discurso que actúe como detonador, mejor aún. Para determinados sectores, las consecuencias que generen estos actos no importan, y, a pesar de cualquier crítica, hacen prevalecer la vieja pero siempre vigente frase "el fin justifica los medios".

No era una tarde-noche solo para un café. Con el comandante decidimos "conceder" el pedido de algunos amigos que cuestionan que solo tomemos café negro en nuestras conversaciones, así que optamos por pedir algo "más fuerte". Estábamos, una vez más, en el altillo del Café Literario.

Expliquemos de nuevo este tema del café negro, sin azúcar. El "tinto" –como dicen en Colombia al café negro- asegura una conversación prolongada en un nivel mucho más confiable que cualquier tipo de diálogo con alguna bebida más "espirituosa". Con la representación del café, en esta era de una vida acelerada, además, se intenta rememorar aquéllas épocas en las que conversar con un café de por medio era un deleite. De todos modos, para tranquilidad de nuestros queridos amigos, admitimos que luego del café, la conversación sigue, siempre, con algo más fuerte. Sobre esas conversaciones, jamás conocerán detalles.

El comandante pidió una botella de vino tinto. Mientras esperábamos, leyó parte de un libro: Aunque Abraham Lincoln y Richard Nixon tienen poco en común más allá de haber sido republicanos y haber resultado elegidos por una cantidad menor al voto mayoritario, ambos dividieron y reinaron. Pero utilizaron estrategias diferentes para desencadenar la escisión entre las filas de sus oponentes.

Hizo una pausa, tomó un poco de agua mientras esperaba ansioso la botella de vino, y continúo: Lincoln adoptó una fuerte posición en el tema de la esclavitud, para dividir a sus contrincantes demócratas y debilitar sus rangos. Nixon, por otro lado, no adoptó ninguna postura sobre la guerra en Vietnam cuando se presentó como candidato en 1968, esquivando el tema de modo que la división que ya desgarraba al Partido Demócrata se mantuviera y le dejara así una brecha abierta por donde acceder a la presidencia.

Estaba leyendo "Juegos de Poder", de Dick Morris, libro ya mencionado en algunas ocasiones en nuestras conversaciones. Sucedió lo mismo en las últimas elecciones en Estados Unidos y ahora Trump es presidente. Más allá de lo osado y con un discurso criticado, dividió a su partido y al Demócrata; a su país y al mundo, pero logró mediáticamente la adhesión de sus conciudadanos, y es presidente. El costo es muy elevado y hay un futuro incierto; pero es presidente.

No existe política más sanguinaria que la competencia, agregó el comandante citando de nuevo a Morris, para luego seguir leyendo: Dividir a los adversarios, partirlos en dos y enfrentarlos entre sí es la estratagema militar y política más antigua de todas. Quintaesencia de la estrategia romana para sojuzgar al mundo, la maniobra "Divide y reinarás" tiene una particular relevancia para el mundo de la política electoral.

Rememoré parte de "El arte de la guerra" de Sun Tzu, en el que se sostiene que "el triunfo rápido es el principal objetivo cuando se lleva adelante una batalla", que "lo más importante en una guerra es desarrollar velozmente los combates", que hay que "quebrar alianzas" y, sobre todo, aquello que "debido a que la estrategia de la guerra se basa en el engaño, es necesario apoyarse en ardiles y trampas ingeniosas para lograr el triunfo final".

Quienes logren afianzar una estrategia tienen altas posibilidades de lograr una victoria. Pero en el estilo de política en el que prevalece la improvisación antes que la estrategia, algunos caen en el error de pensar solo en ganar la guerra y no dimensionan que el enemigo puede estar un paso adelante, generando y ganando batallas, cada día. Es un grave error caer en el juego de la estrategia enemiga, sobre todo aquella que tiene como eje el "divide y reinarás". Si uno solo reacciona a la maniobra del contrincante, siempre estará en desventaja y es alta la probabilidad que esté cantada su derrota, salvo logre revertir el escenario con una jugada maestra en la última batalla, algo bastante difícil. Eso le pasó a Hillary. Intentó al final, pero no pudo revertir su error de seguir el juego de Trump, que siempre estuvo un paso adelante; dividió y hoy reina.

Llegó la botella de vino tinto, con tres copas. Segundos después, alguien se sumó a nuestra mesa. Eso.

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