- Por Esteban Aguirre
- @panzolomeo
En una semana en que la lógica me dice "¡Escribí sobre Trump nde tavyron!, está derritiendo el mundo una firma a la vez", mi instinto me dice "Decile a tu lógica que le meta un tereré pantano and keep calm noseque, eventualmente ese monstruo del norte ya nos dará más tinta para el papel". Así que hice lo que cualquier persona normal haría en mi situación: me fui al cine a ver Moana con mi hijo. Nada mejor que una hora y media de una nena que tiene como mejor amigo al mar (sí, al mar), canciones, mini guerra de pororó y debates de la existencia del tiempo presente como "¡Pipí!, ¡Pipí!, ¡Ahora Papo!" para regalarle un cordial jap iro trenzado a mi lógica e instinto envuelto un "d emo ño colorado". Tener un periódico mano a mano con mi hijo, no solo es ese gran momento en que te sentís que llegaste a tu hogar, donde sea que ese momento te toque estar, sino también una sana dosis de reflexión en tiempo real sobre qué -exactamente- constituye ser o no un buen padre, o mejor expresado con la frase "ser un buen ejemplo".
No creo exista mejor y más desafiante sinónimo que considerar ser un "ejemplo" en vida. Parecería que esa reflexión solo se da cuando perdemos a nuestros ejemplos, padres, abuelos, tíos, amigos y recién en ese momento,con lágrimas que atragantan las palabras e iluminan la memoria, nos damos cuenta las lecciones que habíamos estado recibiendo en algún tiempo pasado (que por si no lo sabemos, alguna vez fue un tiempo presente).
Cuando me siento algo alienado, en esta constante búsqueda de "¡¿Y ahora qué carajo le digo a mijo!?" que a veces negamos tener, como padres digo, no queda otra que poner esa cara de poker de que todo está bien pero por dentro en realidad somos la escena de la invasión extraterrestre de una película de alto presupuesto sin Will Smith que nos defienda.
En momentos como esto recurro a mirar, entender y diseccionar monólogos o actos de comedia. En mi opinión la comedia es el grado más alto de inteligencia al cual el ser humano puede llegar, si hacemos reír a alguien derribamos todas las barreras mentales y prejuicios de esa persona, y ese es el momento en que la gente empieza a pensar, el momento "fuera de bola, no había pensado en eso". Como dice la frase "La vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten".
En muchas palabras, pocas, el que se ríe: aprende, y ese es básicamente mi plan maestro de cómo voy a hacer para educar a mi hijo y acompañarlo a encontrar su propio Norte en la vida, sin caer en el irreverente pensamiento de que el andar de mi vida debería ser el suyo. Reírnos de todo un poco para aprender de poco un todo. En el mismo proceso entender de qué parte de que se te caiga la ficha de ser padre es que el gran regalo de los hijos es el magnánimo hecho de permitirte pasar a ser la segunda persona más importante de tu propia vida. Para ser totalmente franco esta noción siempre me perturbó, yo soy más de los que piensan que - tal como las instrucciones de emergencia del avión - tenemos que ponernos primero nuestra propia máscara de oxígeno y luego la de los menores que acompañan nuestro viaje.
En los últimos días esa idea fue evolucionando por un simple hecho ocurrido, el cual me llevo conmigo y se los dejo a la imaginación de una in teresantona conversación que tuve con mi hijo (de 3 años y monedas) mientras caminábamos por ya ni se donde, ciertas palabras, cierta línea de pensamiento que este pequeño gigante, que no me deja llamarlo ni bebé, ni Señor, solo imperativamente me sugiere que lo llame por su nombre, Roa, y que él es un niño al que en poco tiempo de su vida ya logré hacer reír, hacer llorar, hacer caminar y correr pero nunca pensé que podría llegar a "herir", y ese sentimiento es como ninguno que he experimentado en esta vida. Ese momento en que te das cuenta que cuando alguien te dice que lo lastimaste vos no tenés forma de determinar que no lo hiciste, el daño es ajeno, pero en algún momento estuvo en tus manos de que no exista.
Es por eso que siento este extraño lugar de estar manejando en el asiento de pasajero de mi propia vida, en donde encuentro el alivio en la idea de lo bien que se siente cuando haces que esa "persona más importante de tu vida" esté bien, bien cuidado, contenido, alimentado y abrazado. Entender que eso en realidad es el reflejo de uno mismo, de saber que amar es un acto egoísta si bien hecho, no es el desinterés propio para que el resto esté bien, al contrario, es la celebración de los actos que determinan quienes somos en esta vida que se refleja en el buen andar de quienes siguen nuestro ejemplo y no permanecen en silencio bajo nuestras sombras.