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Los mercados de capital se han encogido de hombros ante la votación del Brexit y la elección de Donald Trump. Los índices en Londres y Nueva York han alcanzado nuevas alturas. Sin embargo, las acciones individuales y las industrias han sufrido raros tambaleos, no menos cuando han sido blanco de un tuit hostil del presidente entrante.
"Estás bajo fuego" podría resultar ser un meme dominante en los próximos cuatro años.
En realidad, lo que parece estar surgiendo a ambos lados del Atlántico es una nueva versión de la política industrial, en la cual las negociaciones sobre el Brexit, las leyes fiscales y las conversaciones comerciales son usadas como una forma de favorecer a algunas industrias y castigar a otras. Esa debe ser la causa de la verdadera preocupación de los inversionistas.
Las críticas estándar a la política industrial es que gira totalmente en torno de "seleccionar ganadores". El verdadero problema, sin embargo, es que gira más en torno de proteger la posiciones de las corporaciones establecidas; mimar a los perdedores, en otras palabras.
¿Qué compañías tienen más probabilidad de ser protegidas? La respuesta obvia son los grupos establecidos que tienen influencia de cabildeo. Muchas empresas han expresado preocupación por el Brexit, pero es con Nissan, un gigantesco fabricante de autos japonés, con el que el gobierno británico ha hecho un compromiso no revelado. Es poco probable que a las empresas emergentes se les conceda la misma cortesía.
El peligro es que esto consolide la estructura existente del sector corporativo y evite el surgimiento de empresas más eficientes que puedan estimular mejoras en la productividad. Esto ha sido llamado el fenómeno de la "compañía zombi".
Un nuevo estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, titulado "Los muertos vivientes: Empresas zombis y el desempeño de la productividad en los países de la OCDE", sugiere un vínculo entre la proporción de empresas zombis que sobreviven en una economía y la declinación en la productividad. Específicamente, un aumento del 3,5 por ciento en la proporción de las zombis se asocia con una declinación del 1,2 por ciento en la productividad laboral en todas las industrias.
El artículo de investigación define a las compañías zombis como aquellas de 10 o más años con una ratio de cobertura de intereses –la ratio de ingresos operativos en relación con los gastos de intereses– de menos de uno en cada uno de los tres años precedentes. En una era más dura, sus acreedores podrían haber terminado con ellas. Hoy, sin embargo, las zombis continúan arrastrando los pies, desalentando que compañías más eficientes inviertan y dificultando más que los rivales perciban mayores utilidades y consigan participación de mercado. Peor aún, la declinación en la formación de nuevas empresas podría ser causada en parte por el impacto sofocador de las zombis.
Europa, por ejemplo, a menudo es criticada por su inflexibilidad económica; particularmente en su mercado laboral, donde la dificultad de despedir trabajadores hace que las compañías sean renuentes a contratarlos en primer lugar. Sin embargo, el estudio de la OCDE sugiere que el problema de la osificación corporativa quizá esté más extendido.
Esto también pudiera ayudar a explicar por qué el desempeño de la productividad de la economía mundial ha sido tan desalentador. Cifras dadas a conocer a principios de enero por el Consejo de la Conferencia de Estados Unidos, un grupo de investigación, mostraron que la productividad de factor total cayó en el 2015 y no había tenido cambio en los dos años anteriores. La PFT es ese elemento del crecimiento que no puede explicarse mediante el uso de más mano de obra o capital.
Es probable que las nuevas versiones de la política industrial solo exacerben este problema. Se parecen de manera inquietante al modelo "latinoamericano" de los años 60 y 70; es decir, una política de sustitución de importaciones. Si una empresa toma una decisión de inversión basada en una exención fiscal o un tuit presidencial amenazante, probablemente no está haciendo el uso más eficiente de su capital. Quizá parezca buena noticia a corto plazo para los trabajadores que conservan sus empleos, pero no es buena a largo plazo. Las empresas para las que trabajan serán menos competitivas en los mercados internacionales y, como consumidores, los trabajadores pagarán precios más altos o comprarán productos inferiores. En vez de un mercado laboral inflexible, se tiene un mercado corporativo inflexible.
Todo lleva a un doble problema para los inversionistas del mercado de capital. Por ahora, el mercado quizá se beneficie de un par de dosis de azúcar: en Gran Bretaña el impacto de una libra en declive sobre los ingresos extranjeros de las multinacionales, y en Estados Unidos las esperanzas de un estímulo fiscal e impuestos corporativos menores. A largo plazo, sin embargo, una política gubernamental menos intervencionista probablemente pesará sobre el crecimiento económico y hará más riesgosos a los valores. ¿Quién sabe, después de todo, qué sectores caerán en desgracia?
Imagine la reacción de los inversionistas si los líderes de izquierda estuvieran a cargo. Si el presidente Bernie Sanders estuviera reprendiendo a las empresas en Twitter o el primer ministro Jeremy Corbyn estuviera prometiendo un apoyo no cuantificado del gobierno británico a los manufactureros, los mercados estarían cayendo.