Durante la década de los 90s -y anteriores- era regular que los paraguayos con un poco de soltura económica para vacacionar decidieran pasar las suyas en las costas de la región bañadas por las aguas del Atlántico. Es así que Santa Catarina, en Brasil, comienza a tomar un rol muy relevante para los paraguayos, que terminan tomando al balneario de la ciudad de Camboriú como un bastión inexpugnable de toallas, conservadoras y termos de tereré.
A partir de allí comienza un éxodo cercano a ciudades como Florianópolis, capital catarinense, a la mítica Rio de Janeiro que deslumbra con sus carnavales, y los más aventureros comenzaron a descubrir el nordeste brasileño y destinos como Fortaleza y Salvador Bahía, exóticos y con menor volumen de turistas.
Desde inicios del nuevo milenio se rompió la hegemonía brasileña de recepción de turistas paraguayos playeros, y el Caribe comenzó a aparecer con cada vez mayor frecuencia entre las ofertas de las agencias de turismo. Cancún fue el primer destino en recibir a las hordas guaraníes en búsqueda de aguas transparentes y hoteles all-in, al poco tiempo fueron sumándose destinos como Punta Cana, Cuba, San Andrés y muchos otros.
En el proceso de exploración del Caribe, un destino que comenzó a tomar relevancia fue el de la Isla de San Martín, ubicada a 240 km al este de Puerto Rico y miembro estrella del archipiélago de las Antillas Menores. Como casi todas las islas de esa agrupación geográfica, San Martín se caracteriza por tener aguas increíblemente claras, una naturaleza privilegiada y salidas y puestas de sol que son para guardar en la retina por siempre. Pero San Martín tiene una característica propia que la hace aún más especial, en sus apenas 93 km2 conviven de manera pacifica y colaborativa dos gobiernos distintos.
San Martín es el nombre latino para la isla dividida en dos y que pertenece en su parte norte a la República Francesa y se conoce como Saint-Martin mientras que la parte sur se llama Sint Maarten y es un país autónomo que forma parte de los Países Bajos. En su conjunto estos territorios son conocidos como St. Martin/St. Maarten o St. Martins.
Cuenta la leyenda que el proceso de división de esta isla entre franceses y holandeses, habitantes ya antiguos de la zona portuaria y con gran producción de sal marina, decidieron enviar a sus dos mejores hombres a correr en direcciones opuestas desde un punto determinado de la isla, el punto de encuentro siguiente conformaría la línea divisoria entre los territorios. La misma leyenda cuenta que los franceses idearon un plan para quedarse con la mayor cantidad de isla, dando de beber buen vino al corredor holandés la noche anterior a la carrera, disminuyendo así sus chances de un desempeño acorde al esperado. La versión oficial habla de una división diplomática basada en intereses comerciales de cada país.
Un Atractivo Distinto
Cada parte de la isla tiene su propio atractivo, la capital del lado holandés se llama Philipsburg y es conocida por su gran cantidad de tiendas de piedras preciosas, relojes de alta gama, ropas de lujo, todo con las ventajas de una compra sin impuestos. Del mismo lado se encuentra una de las playas más famosas de la isla, Maho, que cuenta a apenas pocos metros de ella con la pista de aterrizaje del aeropuerto Princesa Juliana, en donde cientos de turistas se unen todos los días a contemplar el temeroso y extremadamente cercano espectáculo del aterrizaje de los grandes aviones que sobrevuelan a apenas unos metros de altura de sus cámaras de fotos.
Del lado francés destaca la capital Marigot, en donde están ubicados algunos de los hoteles más lujosos de la isla y cuenta con la principal movida de clubes y restaurantes. De este mismo lado se reúnen los fanáticos del surf y sus distintas vertientes como el kite o el wind ya que las aguas del lado atlántico de la isla son ideales para esto. Las aguas del lado holandés, ya más caribeñas presentan un escenario más calmo, ideales para la contemplación, el nado y hasta animarse a un poco de kayac.
Por todo esto y mucho más la Isla de San Martín se presenta como un destino ideal para darle una chance este verano y así disfrutar de dos culturas conviviendo en un paradisíaco pedacito de tierra de apenas 93 km2.