Patti Sanchez

© 2016 Harvard Business School Publishing Corp.

HAPPINESS

A principios del año pasado, nuestra compañía estaba dentro de una temporada de cambio. Habíamos girado el organigrama, de forma que casi todas las personas, o tenían un nuevo jefe, o eran el nuevo jefe. Nos habíamos movido a un edificio diferente. Habíamos implementado nuevas herramientas de software, e hicimos todo esto mientras tratamos de desempeñarnos en nuestros trabajos al mayor nivel posible. Las personas estaban cansadas y estresadas.

En el fondo sabíamos cuánto nos respetábamos y disfrutábamos entre nosotros, pero el dolor del cambio nos dificultaba conectarnos con ese sentimiento. Teníamos que hacer algo especial para re-encenderlo. Por ello, en el transcurso de una semana dedicamos tiempo para que los empleados se reunieran en grupos pequeños y hablaran acerca de cuál sería la mejor forma de avanzar, fuertes y unidos.

Después, ese viernes en la tarde, todos se reunieron en un gran espacio abierto dentro de la oficina. Los asientos estaban acomodados en forma de semicírculo y un gran tambor estaba enfrente de cada silla. A lo largo de las siguientes dos horas, todos nosotros (más de 100 empleados) tocábamos nuestros tambores -primero en forma caótica, como en una clase de música para principiantes, y después, con ayuda de un instructor musical, al unísono.

Algunas personas vieron esto como una oportunidad de formar lazos con colegas que estaban unidos en una causa común -algo no muy diferente a los fans de los equipos deportivos, que cantan, aplauden e incluso hacen la ola juntos. Otros desahogaron la frustración que estaban sintiendo de una manera socialmente aceptable, al golpear sus tambores de forma más ruidosa. Otros más, usaron la oportunidad para liberarse simplemente siendo chistosos. Todas estas experiencias eran bienvenidas -lo importante fue que las experimentamos juntos.

Fue una ceremonia.

Desde hace mucho, las personas han usado ceremonias –bar mitzvahs, bautizos, bodas, inauguraciones, quinceañeras –para marcar cambios y puntos de quiebre. Incluso cuando estas se refieren a la transformación de un individuo, son experiencias comunitarias que fortalecen los vínculos, valores y visión de los grupos que celebran esos momentos.

Las organizaciones también dependen de ceremonias. Solemos usar las ceremonias para celebrar cosas buenas: grandes ascensos, victorias empresariales y demás. Sin embargo, pueden ser igualmente poderosas cuando las empleamos para reconocer dificultades, marcar momentos de obscuridad y ayudar a aquellos afectados por el cambio. Es importante tomar un momento en los tiempos difíciles para honrar comunitariamente a aquellos que han hecho sacrificios o experimentado dificultades en el curso del cambio.

Algunas veces, una dosis de ligereza puede ayudar. Nuestra ceremonia de tambores en Duarte nos ayudó a reconocer y comenzar a dejar atrás los problemas que tuvimos en nuestra transformación como compañía. Al final de la sesión, las palmas de nuestras manos estaban rojas de golpear los tambores, pero todos estábamos sonriendo. Sabíamos que todavía tenemos trabajo por hacer para conservar la buena voluntad que estábamos sintiendo, pero habíamos tenido un buen inicio.

(Patti Sánchez es vicepresidenta senior de servicios estratégicos en Duarte, Inc.)

Dejanos tu comentario