• Por Clari Arias
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En las últimas semanas el ex sacerdote-presidente de actuar esquizofrénico recuperó un aliado político de peso para sus extravagantes planteamientos constitucionales: Blas Llano.

El hombre fuerte de los liberales vio en Fernando Lugo –como lo vería en cualquiera– las posibilidades de llevar adelante un proyecto presidencialista para las elecciones del 2018, aunque ya no con la idea de ganar como ocurrió en el 2008, sino con la única intención de seguir vigente en el ruedo político, si fuera con un zoquete en el Parlamento, cuánto mejor.

Blas Llano es el hombre más importante en la historia del PLRA, después de Domingo Laíno. Ocupa un lugar en el Congreso –de manera ininterrumpida– desde el año 1993 del siglo pasado, compartiendo con "Calé" Galaverna el podio de los parlamentarios con mayor antigüedad en los años de la transición.

Fue el hombre que impulsó la candidatura de Lugo entre los azules, defendiendo su afiebrada idea a capa y espada. Pero hoy, a pesar de todo su palmarés, Blas es un lobo en decadencia en el Partido Liberal, principalmente por la derrota de su delfín-candidato frente al kanguero de Efraín Alegre. Y es esa decadencia la que lo acercó de vuelta al peligroso de Fernando Lugo, con el solo objetivo de preservar algo de su fuerza electoral dentro del partido, y por ende, su preeminencia en la surrealista política paraguaya.

A "Blascho" (así lo llama Lugo en la intimidad) se le ha enceguecido el marote como desenlace de dos cuestiones que lo atormentan a más no poder. Una es el odio profundo que siente por "Efra" (así lo llama Lugo en la intimidad), y la otra es el dolor de haber perdido por primera vez en más de dos décadas frente a ese odiado rival político.

  • A tanto llegan el odio, el rencor y la sed de venganza de Blas Llano contra Alegre, que días pasados tuvo que declarar ante propios y extraños que, destituir al ex sacerdote-presidente-fornicador fue un error.

A tanto llegan el odio, el rencor y la sed de venganza de Blas Llano contra Alegre, que días pasados tuvo que declarar ante propios y extraños que, destituir al ex sacerdote-presidente-fornicador fue un error. Es que Blas es capaz de cualquier cosa con tal de escupir en el proyecto presidencial del candidato kanguero, ya que peor e insufrible sería que éste ganara en el 2018.

Que el senador que propició la destitución del calenturiento ex presidente por la vía de un infame juicio político, ahora lo apoye en su poco probable e ilegal candidatura a una reelección, no debe asustarnos en lo absoluto, porque esta es nuestra forma de hacer política: incongruentes y contradictorios a más no poder.

La política paraguaya supera cualquier situación imaginable aun en las mentes más prodigiosas de la ficción literaria. El mismísimo Alejo Carpentier, uno de los padres del realismo mágico que inundó las letras con el boom latinoamericano del siglo 20, se inspiró en el primer intrépido criollo de nuestra política –el dictador Francia– para escribir su aclamada novela "El recurso del método".

En la presentación del libro en el año 1974, el editor recordaba las palabras del historiador escocés Thomas Carlyle sobre Rodríguez de Francia, al preguntarse "cómo es posible que un simple particular, macilento, practicante de derecho y doctor en teología, hubiese podido ser dictador vitalicio del Paraguay". La respuesta la sabemos todos los nacidos en esta tierra, ya desde el vientre materno: aquí todo es posible, aun lo más fantasioso.

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